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Alejandro Rivero de Aguilar, neurólogo: «La lentitud es el síntoma motor que causa más problemas a los pacientes con párkinson»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

El neurólogo Alejandro Rivero de Aguilar, con sus compañeras de la consulta de trastornos del movimiento Iria Cabo y María José González, y José Ramón Rodríguez, nuevo jefe de servicio de neurología del CHOP
El neurólogo Alejandro Rivero de Aguilar, con sus compañeras de la consulta de trastornos del movimiento Iria Cabo y María José González, y José Ramón Rodríguez, nuevo jefe de servicio de neurología del CHOP ADRIÁN BAÚLDE

En la consulta de trastornos del movimiento del CHOP pontevedrés atienden a más de 700 personas al año

21 abr 2025 . Actualizado a las 18:00 h.

El neurólogo del Complexo Hospitalario Universitario de Pontevedra Alejandro Rivero de Aguilar Pensado (Santiago de Compostela, 1990) cuenta que formarse como estudiante con el doctor Ángel Sesar, un referente nacional en párkinson, tuvo mucho ver en lo que después fue su trayectoria como médico. «Me fascinó que se pudiese realizar un diagnóstico de párkinson con solo escuchar y observar al paciente», dice. En el 2023 Alejandro se incorporó a la consulta de trastornos del movimiento del CHOP.

—¿Qué aporta esta consulta y a cuántos pacientes tratan?

—Gracias a la determinación y el esfuerzo constante de la doctora Iria Cabo y de la auxiliar María José González, Pontevedra cuenta con la primera consulta de trastornos del movimiento acreditada por la Sociedad Española de Neurología. Esto nos permite realizar una atención más personalizada a los pacientes con párkinson, de tal manera que tienen su neurólogo de referencia, con un seguimiento más estrecho, menos demora en las revisiones, posibilidad de contacto telefónico en caso de incidencias, acceso precoz a tratamientos que por su complejidad serían difíciles de instaurar en una consulta de neurología general, e incluso pueden participar en estudios de investigación. Es algo bueno para todos. Estamos atendiendo a más de 700 pacientes cada año.

—Dice la Sociedad Española de Neurología que España es el noveno país del mundo con más personas con esta enfermedad, unas 200.000. Algo alarmante...

—La edad es uno de los principales factores de riesgo para desarrollar párkinson, de manera que tres de cada cuatro diagnósticos que hacemos es en personas de más de 65 años. Teniendo en cuenta la esperanza de vida al nacer en nuestro país (unos 84 años), es esperable que el párkinson sea más prevalente en España que en otras naciones donde, desgraciadamente, las personas tienen menos probabilidades de llegar a esa edad. No obstante, aunque el envejecimiento de la población explica en gran medida estas cifras, es cierto que la incidencia ajustada por edad está aumentando levemente por motivos no del todo claros. Quizás sea porque cada vez se diagnostica mejor. Es difícil de decir.

—Muchos pacientes no tiemblan. ¿Es el síntoma menos grave o no?

—La enfermedad de Parkinson se caracteriza por tres aspectos relacionados con el movimiento: temblor, rigidez y bradicinesia. El temblor ocurre típicamente en las extremidades y se observa sobre todo cuando la persona se distrae, por ejemplo viendo la televisión o al caminar. Está presente en el 70-80 % de los pacientes al inicio de la enfermedad, aunque no suele ser el síntoma limitante y además se asocia a un mejor pronóstico. Lo más discapacitante es la bradicinesia, que es el término con el que nos referimos a la lentitud o reducción del movimiento. Ese es el síntoma motor que causa más problemas a los pacientes.

—Los pacientes de párkinson no producen dopamina. ¿Qué alternativas de tratamiento hay?

—La dopamina es el neurotransmisor más relacionado con la enfermedad de Parkinson y el que se relaciona con los síntomas motores (temblor, rigidez, bradicinesia), aunque también hay déficits de otras sustancias como la acetilcolina, que se relaciona con el deterioro cognitivo. La dopamina es fundamental para un circuito específico del cerebro, situado en los ganglios de la base, que se encarga de armonizar los movimientos para que sean más fluidos y precisos. La dopamina es como el aceite que pone a punto ese engranaje del cerebro y permite que los movimientos fluyan con naturalidad. En la enfermedad de Parkinson, por motivos no del todo conocidos, se produce una muerte de las neuronas que producen dopamina. Nosotros damos fármacos precursores de la dopamina (la levodopa) o que imitan su acción (los agonistas dopaminérgicos) para que lleguen al cerebro e intenten compensar la falta del neurotransmisor. Estas medicaciones se suelen dar por vía oral (comprimidos) o cutánea (parches), aunque también están disponibles de forma inhalada o a través de dispositivos de infusión continua que administran el fármaco bajo la piel o directamente al intestino delgado.

«Las mujeres tienen más riesgo de desarrollar fluctuaciones y discinesias con el tratamiento» 

Aunque mucha gente lo desconoce, en el párkinson también hay estadios de la enfermedad como en el cáncer. Alejandro Rivero de Aguilar explica cómo es la escala y la incidencia por sexos.

—¿Cómo es la evolución en los pacientes desde el diagnóstico?

—Es cierto que, como toda enfermedad crónica y en la que las necesidades del paciente se incrementan con el tiempo, la enfermedad de Parkinson pasa por varios estadios. En las fases iniciales la respuesta a la levodopa es verdaderamente buena. Con el paso del tiempo debemos incrementar la dosis para lograr el mismo efecto y probar combinaciones de fármacos. Más tarde, es necesario emplear terapias de infusión o la cirugía. La escala de Hoehn y Yahr es un intento de categorizar la extensión y gravedad de los síntomas de la enfermedad. En el estadio I el paciente solo tiene síntomas en un lado del cuerpo (por ejemplo, una mano), mientras que en el estadio V el paciente se desplaza en silla de ruedas a causa de su enfermedad. No obstante, no es una escala perfecta porque una persona en estadio I puede estar muy limitada (por ejemplo, un violinista) y alguien en estadio II (con afectación leve de ambos lados del cuerpo) puede estar haciendo una vida normal (por ejemplo, un profesor de canto). Es decir, no hay una correlación perfecta. Además, la medicación es capaz revertir el estadio de Hoehn y Yahr porque proporciona mejoría sintomática. Así que tampoco hay una evolución lineal. Los pacientes no deben agobiarse con su estadio en esta escala.

—Hay más hombres con párkinson, pero las mujeres tienen menor esperanza de vida. ¿Es así?

—La enfermedad de Parkinson es algo más frecuente en hombres, de manera que por cada dos mujeres con párkinson hay tres hombres con esta enfermedad. En cambio, otras patologías neurológicas como la migraña o la esclerosis múltiple son más frecuentes en las mujeres. Estas diferencias se suelen atribuir a factores hormonales, genéticos o estilos de vida. En relación a la esperanza de vida, no está del todo claro que existan diferencias entre sexos cuando se compara a personas diagnosticadas a la misma edad. Sí que es cierto que las mujeres tienen más riesgo de desarrollar fluctuaciones y discinesias con el tratamiento, mientras que los hombres tienen más propensión a desarrollar deterioro cognitivo y caídas.

José Ramón Rodríguez, jefe de neurología del CHOP; Alejandro Rivero de Aguilar, neurólogo; Iria Cabo, neuróloga que dirige la consulta de trastornos del movimiento; y María José González, auxiliar de enfermería de la consulta, en el Hospital Provincial de Pontevedra
José Ramón Rodríguez, jefe de neurología del CHOP; Alejandro Rivero de Aguilar, neurólogo; Iria Cabo, neuróloga que dirige la consulta de trastornos del movimiento; y María José González, auxiliar de enfermería de la consulta, en el Hospital Provincial de Pontevedra ADRIÁN BAÚLDE

«El deterioro cognitivo asociado al párkinson es diferente al del alzhéimer»

El próximo 23 de abril, a las 17.00 horas, en el edificio de la Xunta en Benito Corbal, Alejandro Rivero de Aguilar e Iria Cabo ofrecerán una charla sobre párkinson y sus tratamientos.

—Existen opciones de tratamiento como la estimulación cerebral profunda o ultrasonidos de alta intensidad. ¿En qué casos son una alternativa?

—De forma un poco simplista, la estimulación cerebral profunda (DBS en inglés) consiste en colocar una serie de electrodos en estructuras concretas del cerebro para reprogramarlo y mejorar el movimiento del paciente. Una diana habitual es el subtálamo, que está hiperactivo en los pacientes con párkinson. La DBS se plantea en pacientes de menos de 70 años que lleven al menos 5 años afectados por la enfermedad y en los que no se logre un buen control de sus síntomas pese a haber optimizado al máximo el tratamiento farmacológico convencional. Además, es fundamental que no tengan deterioro cognitivo ni otros síntomas concretos como los bloqueos de la marcha en on, porque empeorarían si se someten a la cirugía. Para estos pacientes tenemos alternativas como las terapias de infusión. Los ultrasonidos focalizados de alta intensidad (HIFU) se suelen usar más en otra enfermedad llamada temblor esencial. Pero también se están empezando a usar en pacientes con párkinson cuando predomina mucho el temblor y es muy asimétrico.

—¿Qué relación existe entre el párkinson y el deterioro cognitivo? ¿Cómo se puede ralentizar?

—Con el paso de los años es relativamente frecuente que los pacientes con enfermedad de Parkinson desarrollen cierto grado de deterioro cognitivo, aunque esto no quiere decir necesariamente que vayan a sufrir una demencia. El deterioro cognitivo asociado al párkinson es diferente al de la enfermedad de Alzheimer porque, más que a la memoria, afecta a la atención, a la capacidad de planificación y la percepción visual. Para contrarrestarlo es importante tener estilos de vida saludable: seguir una dieta equilibrada, no fumar, no consumir alcohol, controlar los factores de riesgo vascular (como la obesidad, la hipertensión arterial, la hipercolesterolemia y la diabetes), realizar actividad física con regularidad, mantenerse activo intelectualmente y tener contacto social. Suelo recomendar a mis pacientes que se apunten a clases de idiomas o de baile y que vayan con los amigos.

—Cada vez se diagnostican más casos en personas menores de 50 años. ¿A qué se puede deber más allá de la inactividad física, el aislamiento social o los factores de riesgo vascular?  

—En las personas de menos de 50 años que tienen enfermedad de Parkinson, la genética suele jugar un papel más importante que los factores ambientales. De todas formas, es totalmente razonable promover estilos de vida saludable, como el ejercicio físico, el contacto social y mantenerse intelectualmente activo. Al margen de esto, es posible que exista un sesgo de observación, dado que siempre nos llaman más la atención los casos de párkinson en personas jóvenes que en los tramos de edad donde la enfermedad es más habitual. Y probablemente ahora los neurólogos seamos más rápidos a la hora de realizar los diagnósticos. 

—La familia y las asociaciones de pacientes son dos pilares para el enfermo. ¿Qué papel deben desempeñar? 

—Juegan un papel fundamental. Como en toda enfermedad crónica, todos debemos trabajar en equipo para reforzar la alianza terapéutica. Las familias nos proporcionan información muy valiosa para el diagnóstico y el seguimiento, porque hay síntomas de los que los pacientes no son tan conscientes, como los trastornos del sueño o las fluctuaciones. Nadie mejor que los convivientes para percibir cambios en el día a día, valorar los efectos de la medicación, fomentar la adherencia al tratamiento, estimular a los pacientes y promover su autonomía personal. Las asociaciones también juegan un papel de gran relevancia porque les proporcionan apoyo, información legal, consejos valiosos para el día a día, fisioterapia, terapia ocupacional y promueven su participación social. Desde el momento del diagnóstico recomendamos a todos nuestros pacientes que se animen a contactar con la asociación Apropark. ¡Muchos hacen amistades!

—¿Qué errores no se deben cometer o qué actitudes hay que evitar al relacionarse con una persona con párkinson? 

—Es fundamental tratar a las personas con párkinson con respeto y empatía y promover siempre su autonomía personal. Aunque su forma de expresarse o su movilidad puedan estar en cierto modo afectadas, no se debe interpretar que la persona tiene mermada su capacidad de juicio y que ha renunciado a tomar decisiones por sí misma. También es importante no ser impaciente y entender sus tiempos. Además, debemos huir de hacer comparaciones con el estado de salud de otras personas con párkinson, porque cada ser humano es único.