Vilanova homenajea al sacerdote que cultivó albariño en el iglesiario y se manifestó contra los capos de la droga
PORTAS
Manuel Castroagudín pronto dejará de ejercer como párroco en Tremoedo y Caleiro; hoy se celebra una misa en su honor presidida por el arzobispo de Santiago
07 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Las parroquias de Tremoedo y Caleiro (Vilanova) se despiden hoy de su párroco, Manuel Castroagudín Torres. El sacerdote se retira, aunque eso no quiere decir que deje de ser cura, matiza. Lo es desde que se ordenó en 1962, lo será hasta que se muera y seguirá dando misa y colaborando con su iglesia hasta que sus piernas se lo permitan. Ellas son las culpables de que tenga que dar un paso atrás y dejar de ejercer de párroco. La liturgia, las procesiones y demás obligaciones del puesto se hacen demasiado largas para este sacerdote de 85 años con problemas de movilidad, de modo que le toca descansar.
Sus parroquianos saben de su decisión desde hace meses, aunque todavía no se ha hecho efectiva hasta que llegue otro sacerdote para sustituirlo. La cosa no está fácil ante la crisis de vocaciones que padece la iglesia, pero la paciencia es una virtud a cultivar, más en los hombres de Dios, y Castroagudín esperará para irse hasta que llegue el momento. Entre tanto, este será un domingo muy especial con motivo de una misa en su honor presidida por el arzobispo de Santiago, Francisco José Prieto. a las 13.30 horas en el salón parroquial de Caleiro. Al terminar, la comitiva se desplazará al pabellón de Tremoedo para participar en una comida.
Allí llegó don Manuel en 1976, donde ha bautizado hasta a tres generaciones de la misma familia, de modo que, medio siglo después, aunque natural de Romai (Portas), se considera un vilanovés más. Sus feligreses enseguida pudieron comprobar que aquel no era un cura al uso. No tardó ni medio año en buscarle una utilidad a la parcela de la rectoral. Se crio entre viñas y pensó que el iglesario bien podría ser aprovechado para cultivar albariño. Pocos apostaban en los años setenta porque esta variedad de uva acabara convirtiéndose en una fuente de riqueza para la comarca de O Salnés. Entonces lo que se comercializaba era el tinto de Barrantes y el albariño se quedaba para consumo interno, en casas y tabernas, y para regar las veladas de Cunqueiro y compañía en Cambados.
Castroagudín fue un visionario y con la ayuda de Daniel Casalderrey puso en marcha una plantación de albariño de hectárea y media que hoy se han convertido en dos y están adscritas a la cooperativa Martín Códax. En sus inicios tuvo que escuchar más de una vez aquello de «este cura está tolo» y en la curia tampoco las tenían todas consigo ante las ideas innovadoras del joven sacerdote, pero este siguió adelante y, medio siglo después, el viñedo sigue produciendo. Él ya no tiene salud para trabajarlo, pero hasta hace tres o cuatro años todavía acudía a la finca, y lo disfrutaba, explica. Le gusta aplicarse el ora et labora, por eso, de no haber sido sacerdote, lo que lo hubiera gustado es ser monje benedictino.
Castroagudín ha demostrado que desde una parroquia del rural se pueden sacar adelante proyectos importantes, y no solo relacionados con el ámbito económico. Como párroco de Tremoedo participó en los primeros movimientos que surgieron en Arousa en contra del consumo de drogas. «Éramos cuatro pelagatos y cuando nos manifestamos en Vilagarcía se rieron de nosotros, entre ellos algunos capos. Nos llamaban anticuados porque en aquella época las drogas se consideraban un símbolo de progreso». Corrían los años ochenta y la drogadicción empezaba a hacer estragos entre la juventud. «Empezamos haciendo un concurso escolar por el tema del consumo de alcohol y después hicimos otro sobre drogas». Era, recuerda el sacerdote, una manera de aproximase a las nuevas generaciones y de lanzar un mensaje que acabaría calando.
No fue su único campo de batalla. Manuel Castroagudín también asistió al nacimiento de Cáritas Interparroquial de Arousa y de esta época destaca, sobre todo, el papel desempeñado por el expresidente de la organización, Paco Fernández, a quien define como un líder movido por el afán de ayudar a los demás. «Se iba de noche a la estación de tren, lloviendo, a recoger a los inmigrantes para llevarlos al centro de Sobrán, era una persona que luchó lo indecible».
No corren los mejores tiempos para la iglesia en España; los jóvenes se implican cada vez menos en los actos litúrgicos y el mensaje del evangelio les es cada vez más ajeno, pero Manuel Castroagudín es optimista sobre el futuro. «Prever lo que va a pasar es una osadía, lo que va a pasar solo Dios lo sabe», matiza, pero, con todo, no deja sin respuesta nuestra pregunta: «Va a haber un nuevo renacer de la iglesia», opina. «No es tanto un problema de crisis religiosa como de crisis de la civilización occidental, pero pienso que se ha tocado fondo. La iglesia ya no va a ser una cuestión de masas, pero la gente vivirá el evangelio con más profundidad».
Su apostolado ha transcurrido en tiempos complicados, señala, pero se considera afortunado por poder haber sido testigo y partícipe de tres cuartos de siglo en el que el mundo ha cambiado más rápido que nunca. ¿Eso es bueno o es malo?, indagamos: «Hay de todo. El mundo tiene ahora otro ritmo, tenga en cuenta que yo empecé a dar misa de espaldas y en latín». Hoy, don Manuel se maneja con el WhatsApp y el ordenador y conoce las redes sociales. Y eso, apunta, es maravilloso porque abre el abanico del conocimiento y el acceso a la información, aunque advierte: «Como explica la biblia, todo es bueno pero debe estar al servicio del hombre, y el hombre tiene que dominar a la máquina, no al revés». En la hora de decir adiós a su función de párroco, Manuel Castroagudín no tiene más que palabras de gratitud: «Doy gracias a Dios por la vida, por mis padres, por mi abuela y por tantas personas que me ayudaron». Otros tienen motivos para darles las gracias a él y hoy se lo demostrarán en una comida que se prevé multitudinaria.