
Los sanxenxinos echaron mano de mantas y estufas de butano para sobrellevar un apagón de 12 horas que forzó a los locales a usar velas en las mesas y a cocinar a la luz de las linternas
03 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Los niños se fueron pronto a la cama el primer día de este año en Sanxenxo. Los niños y también los mayores. El apagón del día 1, que duró ininterrumpidamente cerca de doce horas, se veía venir. Las idas y venidas de la luz iluminaron muchas casas como una verbena ya de mañana. «La comida la hice a cachos», comentaba Ana Fontán, vecina de la calle Carlos Casas. Tanto iba y venía la luz que desistió de hacer un gran menú. Para la jornada festiva tocaron costilletas fritas.
En la parada de los taxistas, a José Carlos González, de Vilalonga, el apagón, como a muchas otras familias, también le aguó Año Nuevo. «Era para hacer un bocadillo de camarón porque era lo único que había frito a la hora de comer», ironizó a la vez que insistió en que la empresa debiera ser tan exigente consigo misma como lo es con el cobro a sus clientes.
Si para los mayores fue un incordio, para los padres con niños pequeños, el apagón, cuando se produjo, fue una verdadera pesadilla. A un niño con cierta edad aún se le pueden explicar las cosas y estará más o menos quieto, pero, ¿qué se hace con un bebé? Este fue el problema al que se enfrentaron padres como Carlos Anllo, de Sanxenxo, que se quedaron sin poder calentar los biberones de los pequeños de la familia, porque la cocina de sus hogares es eléctrica. Para evitar los llantos infantiles, hubo que improvisar. En su caso, lo calentó en su furgoneta. «En la cocina todo es eléctrico y el microondas no funcionaba», destacó ayer, mientras paseaba por la playa de Silgar con unos amigos. A su lado, los dos pequeños protagonistas de la aventura, en sus sillitas, sonreían inocentes.
En Portonovo, hubo familias como la de Carla que rescataron la estufa de bombona para calentarse y echaron mano del hornillo de butano de la abuela para cocinar. «Los vecinos del edificio vinieron a nuestra casa a calentar los biberones para los peques, acabamos haciendo cenas para media familia aquí», bromeaba al relatar la experiencia. Y es que nadie quiere darle de cenar en frío a sus hijos y menos en una noche de enero, aunque quizás a más de uno no le quedase otro remedio.
Más de once mil hogares de todo Sanxenxo, con la excepción de Dorrón, permanecieron a oscuras durante las doce horas del corte eléctrico. En los corrillos, tomando una caña o un café, saludando a los amigos en la calle o hablando por teléfono con los conocidos, el primer tema de conversación después de las felicitaciones de año nuevo estuvo marcado por el incidente. «¿Qué hice? Dormir en el sofá y salir un poco a la calle, pero empezó a llover y otra vez para casa. Es increíble que tardasen tanto en reparar la avería», incidió Ana Fontán.
En Portonovo, según explicó otra vecina, «esto parecía el fin del mundo, nadie se atrevía a salir a la calle, todo estaba oscuro». Y fue precisamente esta oscuridad la que restó afluencia a los locales hosteleros que abrieron sus puertas para celebrar la primera jornada del año. Uno de los pocos que sí funcionó fue La Cueva, junto al paseo de Silgar.
Su propietario, Juan Manuel Castro, no ocultó su decepción con lo ocurrido. El 1 de enero suele ser para él un día de tanto trabajo como la temporada alta de agosto. Castro aún tuvo recursos y consiguió abrir, eso sí, usando profusión de velas y linternas. «Salimos de casa y ya no había luz, fui a Areas a otro local que tenemos para cocer el pan y volver aquí». Los clientes que acudieron -pocos comparados con otras ocasiones por estas fechas- llamaban por teléfono para asegurarse de que había comida disponible. «Gente vino muy poquita, llamaban antes y varias veces para estar seguros», lamentaba el hostelero. Entre los comensales estuvo una familia portuguesa, seis adultos con niños que estaban perdidos porque no sabían si podrían cenar esa noche. No había ni donde comprar una lata. Cocinó a la plancha y pudo servirles.
Vanesa Solla, camarera de la cafetería Elcano, trabaja en otro de los locales que abrió, al menos hasta las nueve y media de la noche, cuando ya no se veía nada. «Nosotros tenemos un local de copas en el puerto y no pudimos abrir, aquí lo hicimos porque bajamos de mi casa una caja con velas perfumadas que me regalara una amiga hace años».
Estas historias son solo la punta del iceberg de lo ocurrido por todo Sanxenxo. Tan grande es el malestar que la Xunta investigará el incidente de la subestación de Vilalonga, mientras que Gas Natural Fenosa pidió disculpas a los vecinos y recordó que el teléfono gratuito para reclamaciones es el 900 111 999.
Una vecina: «¿Qué hice? Dormir en el sofá. Es increíble que tardasen tanto en reparar la avería»