
El mar retira hasta tres metros de altura de arena de la playa sanxenxina y descubre un manto de conchas
07 ene 2016 . Actualizado a las 05:05 h.Neptuno y su corte se dieron un banquete en Silgar hace unos días. Conchas de toda clase de mariscos cubrieron literalmente la arena en el extremo de la playa contiguo al puerto deportivo. Eran tantas que llamaban la atención de los viandantes desde el paseo marítimo. y no solo por su abundancia, sino también por su calidad. No se trataba de pequeñas conchas que todos los bañistas están acostumbrados a encontrar en el litoral. Ni mucho menos. Eran los restos de moluscos de gran tamaño. Muchas de estas conchas se encontraban a simple vista en perfecto estado de conservación y, bañadas por la lluvia, brillaban con un color tan intenso que suponían toda una tentación para cualquier aficionado a la malacología.
A juzgar por el tamaño de algunas de las piezas, de estar en la lonja o en los mercados, habrían valido su peso en oro. Amontonadas sobre la arena se podían ver almejas de varias clases, vieira, berberecho, mejillón, navaja y restos de unas ostras tan grandes que parecían de cuento, como aquellas que en siglos pasados se usaban para reforzar el cemento de las paredes de las casas.
La pregunta es ¿qué hacían allí? Estamos en invierno y el mar esculpe la playa de Silgar como Miguel Ángel a su David o a la Madonna. El departamento de Medio Ambiente de Sanxenxo explicó que esta semana el temporal ha cambiado en varias ocasiones el aspecto de esta parte del litoral. «Nun día baixou a area tres metros de altura, pola forza das ondas, e recuperámola ao día seguinte», precisaron. Ya se ve que aquí el mar no se anda con bromas. En dos días mover tres metros de altura de la arena de Silgar supone muchas toneladas transportadas de aquí para allá. No es de extrañar que esta semana se viesen surfistas intentando montar las olas frente al paseo.
La marcha de la arena dejó al descubierto el manto de bivalvos que ocultaba celosamente la playa, sin contar con aquellas que las olas empujaron desde el fondo de la ría. A no demasiados metros, el oleaje excavó aún más profundo y dejó a la vista los cimientos del muro que sostiene el paseo marítimo y las huellas de los últimos esfuerzos por reforzarlos con cemento. Como pasó con las conchas, las olas se encargaron de ocultarlo nuevamente con arena, en un invierno donde el mar está imponiendo su faceta de escultor.