El Camino de Santiago atrapó a este americano de Maine, que quedó prendado de Galicia
09 mar 2018 . Actualizado a las 07:44 h.Paul Freeman (Maine, Estado Unidos, 1942) fue uno de aquellos primeros americanos que hizo el Camino de Santiago desde Pamplona a finales de la década de 1990, «en la época de la peseta» como le gusta recordar. Explica que salió de Pamplona y que al llegar a Galicia se sintió como en casa. Dos años después volvió a España, esta vez a la Ruta de la Plata, pero las etapas eran demasiado grandes para él y una vez más Galicia le atrajo con los paisajes del Baixo Miño y el excelente tratamiento termal del balneario ourensano de Prexigueiro, al que sigue acudiendo al menos una vez por semana cada vez que recala aquí.
Luego le llamó la Costa da Morte y en su periplo desde el norte al sur, descubrió Sanxenxo y desde entonces ha vuelto en varias ocasiones, alojándose en hoteles del municipio. Este último año escogió Noalla, donde se siente también muy bien acogido, especialmente por Fernando y Ana, propietarios del bar A Nova Ponte, en Major, un local que descubrió por casualidad después de pasar varias veces por delante.
De Sanxenxo, destaca que le atrae la comida. «Me gusta encontrar restaurantes y bares de la zona, en vez de los museos o monumentos, esos están bien, pero me gusta más ver cómo son la gente en los pueblos». ¿Y del menú sanxenxino? Responde sin pensárselo mucho: «Los mariscos, el pulpo, que va más caro este año. La región donde vivo, en Maine, es similar a las rías, y hay mucha gente que también encuentra en el mar su modo de vida».
Le encanta también ver que en las parroquias rurales cómo los vecinos cultivan sus huertas y comen de los propios productos que cultivan.
En estos últimos años ha viajado por varias capitales y grandes ciudades europeas y tiene un amigo que ha hecho lo mismo. Sin embargo, una y otra vez su mente viaja a las Rías Baixas. «Es una lástima que mi amigo no tenga tiempo para venir aquí. Mi amigo fue a Londres, París, Roma, Praga y Florencia y después Barcelona. A mí no me gustan las ciudades grandes, la España que me encanta es la rural, el campo». En este sentido, el carácter afable de los sanxenxinos le ha conquistado. De sus anfitriones a la hora de comer en A Nova Ponte, Paul Freeman destaca su carácter afable y que Fernando le ofreció un libro para leer mientras esperaba. Fue ese un detalle que le gustó mucho. Por sí solo ya decía mucho y bien de los dueños del local. «Era un libro muy interesante con fotos históricas de Galicia, de esta zona de la costa», precisa.
Jubilado, este americano fue profesor en un colegio en Estados Unidos durante cuatro años y posteriormente dedicó su trayectoria laboral a ser editor de publicaciones educativas. Paul Freeman se esfuerza por hablar en el mejor castellano posible. Aprendió español en la Secundaria hizo tres cursos iniciales y retomó sus estudios de idiomas cuando tenía 50 años, cuando vivía en Nuevo México. «No hablaba muy bien, siempre en los exámenes escribía mejor», bromea.
Aprender español a los 50 años
No es fácil aprender un idioma a los 50 años, pero Paul Freeman es un luchador. En el 2009 se enfrentó a una enfermedad cuya sola mención hace correr escalofríos en mucha gente: el cáncer. En ese año le diagnosticaron un cáncer en la lengua, que fue operado en Pensilvania, con un sistema de cirugía interna innovador.
Después tuvo que pasar por bastantes sesiones de radioterapia. Y si el cáncer fue persistente, el empeño de Freeman por combatirlo no fue menor. Con los tratamientos médicos adecuados y con mucha voluntad, logró superarlo, después de haberse sometido a cuatro cirugías -la última en el 2011-. Ahora está limpio del cáncer, aunque sigue bajo supervisión médica para evitar cualquier susto en el futuro.
Tiene pensado volver a Noalla en el futuro inmediato. Ahora se va a Mallorca por dos semanas y volverá a la costa sanxenxina por otras dos, antes de emprender el regreso a Estados Unidos. Cuando se le pregunta si volverá por esta parroquia sanxenxina, Paul Freeman sonríe. «Sí, sí». Y también demuestra su buen humor. «En Maine hay nieve hasta en verano, aquí se está mejor y me acostumbro bien», recalca.
Con la ayuda de dos bastones, Freeman baja hacia la playa de Major para hacer las fotos que ilustran este reportaje. Es una playa que le encanta, en un ámbito litoral que sabe apreciar y alabar. Por unos días se despedirá de esta playa para su viaje por Mallorca. Sin embargo, tiene claro que quiere volver a Sanxenxo, a las Rías Baixas y también al balneario ourensano donde sus aguas termales le hacen tanto bien en la garganta, contribuyendo a su recuperación. Paisajes muy distintos, interior y mar separados por pocas horas de distancia, pero sin duda uno de los grandes atractivos del sur gallego, una tierra de la que se ha convertido en embajador en su Estados Unidos natal.