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Abren un restaurante italiano en Sanxenxo para devolver a Galicia todo lo que les dio

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

SANXENXO

ADRIÁN BAÚLDE

Guiseppe Verniero cumple, de la mano de Salvatore Tavilla, el sueño que imaginó cuando pisó Silgar por primera vez

19 may 2022 . Actualizado a las 11:49 h.

Sorrento cierra en círculo en Sanxenxo, un círculo que Giuseppe Verniero empezó a dibujar hace once años cuando llegó a Galicia y pisó el paseo de Silgar por primera vez. En ese momento pensó que ojalá pudiera muy pronto inaugurar un restaurante italiano en la capital turística de las Rías Baixas. Y lo ha hecho. «Sanxenxo me enamoró cuando llegué, teníamos la espinita de abrir aquí, pero era muy difícil encontrar un local. La pandemia, que fue tan mala para tantas cosas, a nosotros nos dio la oportunidad de encontrar un bajo a nuestra medida con vistas a la playa de Silgar», reconoce Giuseppe, que con 33 años lleva desde los 12 años trabajando.

Frente a la playa, recuerda cómo fue ese primer día con una bandeja en la mano y todo lo que ha venido detrás hasta poder abrir un restaurante italiano en un lugar «soñado». «Mi padre, que era jefe de sala, tenía una comunión un domingo y necesitaba a alguien con urgencia, así que me despertó y me dijo ‘venga a trabajar’. Tenía 12 años, pero era ya muy alto y no parecía tan niño», recuerda Giuseppe sobre sus inicios como camarero de bodas, banquetes y comuniones en Nápoles. Así arrancó su amor por un sector que le ha llevado a recorrer el mundo con una bandeja en la mano y a recalar en Galicia de la mano de Salvatore Tavilla, un amigo de la infancia que es la otra mitad de Sorrento. «Salvatore es el freno y yo el acelerador, si no fuera por él ya me habría estampado», explica Verniero antes de empezar el servicio del Jueves Santo. Y recuerda a un antiguo jefe: «Siempre me decía, Giuseppe, tú siempre vas al límite». Ahora el contrapeso para lograr el equilibrio lo pone su socio.

De Grecia a Italia

Tavilla era hijo de pizzero en Napolés y desde que tenían cinco años compartían equipo y vida. «Yo estaba trabajando en Grecia cuando me llamó para que me viniese a Pontevedra, estaba trabajando aquí con Teo», rememora Giuseppe, que no lo dudó. Volvió a hacer la maleta y se instaló en Galicia. «Cuando el anterior dueño dejó el Mar e Monti, Salvatore y yo no teníamos un duro. Cobramos el paro en un único pago y lo invertimos ahí. El primer día que abrimos no teníamos ni cincuenta céntimos en la caja para dar la vuelta», comenta para explicar lo que supusieron esos comienzos.

Ese fue el primer paso que dio en Pontevedra. Desde entonces fue sumando experiencia y muchas horas de trabajo con un objetivo, cumplir ese sueño que se le grabó a fuego el día que puso un pie en el paseo de Silgar después de haber trabajado en Israel, Nueva York, Turquía o Grecia.

La pregunta es casi obligada. ¿Por qué se asentó en Galicia cuando había trabajado por todo mundo? «Da la sensación de que no sabemos valorar lo que tenemos, la calidad de vida de ciudades como Pontevedra no la hay en ninguna capital europea. Estamos acostumbrados a esa calidad y no nos damos cuenta», advierte. Él supo verlo y, sobre todo, aprovecharlo. «La vida es un viaje de ida y vuelta, recibes lo que hayas sembrado. Con este local tengo esa sensación», comenta Giuseppe Verniero cuando se cumplen los primeros quince días de la apertura de Sorrento. Porque su alma supersticiosa no podía abrir otro día que no fuese el 1, el primer número, dónde todo empieza. E Italia empieza ahora en el paseo de Silgar, 60.