Tal vez al inicio hubo un exceso de confianza, tras el primer gol y con el mazazo de Arabia se vio un escenario nuevo en el que Argentina parecía preguntarse: «¿Qué hacemos?». Se complicó y no hubo forma de romper la línea de cuatro tan adelantada, que provocaba muchos fueras de juego. Arabia era un equipo ordenado, que sabía a lo que jugaba, con dos líneas de cuatro muy juntas que redujeron espacios y eran imposibles de penetrar. A Argentina le faltaron soluciones frente a este agrupamiento. Messi no encontraba su lugar y perdió la confianza que ganó el rival que, además, no tiene responsabilidades.
Es un palo muy duro, que nadie se esperaba y que complica el pase de fase. También puede ser que haga despertar al equipo y se decida a cambiar de imagen. Dependerá de cómo lleguen México y Polonia, pero sobre todo de la capacidad de mejora argentina. Ya advertí en mi análisis previo que el fútbol sudamericano está tan bajo que nunca hubo rival para Argentina, salvo excepciones como Brasil y, en menor medida, Uruguay y Colombia. Y Arabia seguro que lleva cuatro años preparando el Mundial. Se tenía que ver una Argentina diferente, pero los saudíes hicieron las cosas bien, trabajaron duro, con tres sesiones diarias. La albiceleste debe cambiar. Aún está a tiempo, pero tiene que ser rotundo.
Hubo una confluencia de factores, que te deja tocado emocionalmente porque las expectativas eran muy altas. Si hubieses perdido dominando el partido y creando ocasiones, te quedas tranquilo, pero fue todo lo contrario: mucho fallo defensivo, juego poco fluido y Messi desaparecido. Es mejor barajar de nuevo, dar las cartas otra vez y comenzar una nueva partida.
No podemos pensar que depende de los rivales, que a ver si están peor que Argentina, porque si lo que hay es lo que se vio contra Arabia, el equipo está muy mal. Por eso depende más de la mejora argentina que de los rivales. Porque ahora todos están muy trabajados tácticamente en base al orden, tienen poderío físico y emocionalmente no se vienen abajo, como solían hacer antes, echándose atrás y siendo víctimas de la presión.
Ante una defensa adelantada, Argentina debería haber roto desde la segunda línea por medio de triangulaciones y los jugadores como Lautaro deberían aprender a no caer constantemente en el fuera de juego. En el mediocentro, De Paul nunca rompió tampoco, no se movió de al lado de Paredes. Los dos 5 estaban siempre en paralelo. Ellos tenían centrales rápidos que sabían retroceder con criterio y Argentina no tuvo juego asociativo, ni como solía (por dentro), ni generando ocasiones claras (apenas alguna de Lautaro en la primera parte).
Visto lo visto, la baja por lesión de Lo Celso ha sido más importante de lo que se pensaba, al ser un zurdo de calidad que era el engranaje del equipo.