Marruecos pasará a la historia como la revelación del Mundial de Catar, pero se fue a casa el único día que tuvo el balón.
La tropa de Regragui encandiló al mundo por su disciplina defensiva, por su capacidad de sufrimiento y también por tener peloteros de buen pie que hacían diana cada vez que se presentaba la ocasión. Pero en todas sus gestas el balón fue un acompañante... del rival. De hecho, ninguna de sus posesiones alcanzó el 50 % hasta la cita ante los galos.
Pero en la semifinal se encontró con la horma de su zapato. Francia, vigorosa y pelotera a partes iguales, tampoco quería el balón y, encima, se topó con un gol a los cuatro minutos, en el único fallo defensivo de los africanos en todo el campeonato, que le dio carta blanca para replegar y esperar. El plan perfecto para Deschamps.
Entonces, el planeta fútbol recordó una de las frases del campeonato: «La posesión del balón no sirve para nada si luego solo tiras dos veces a portería», comentó Regragui antes de medirse a los galos. Su selección, aguerrida y atrevida, tiró algunas veces más ante la guarida de Lloris, pero Francia hizo un Marruecos, montó un autobús de dos pisos en el balcón del área, defendió por acumulación —ya deben de rular entre el gremio de entrenadores los vídeos del equipo árabe— y terminó cumpliendo el objetivo de citarse con Lionel Messi en la gran batalla del desierto.
En realidad, los franceses, pese a su tremendo potencial, también beben de la filosofía del exlateral del Racing de Santander: les gusta más esperar y matar a la contra. Ante Marruecos lo pudieron hacer en un buen puñado de oportunidades, pero se dedicaron a achicar agua hasta que llegó la sentencia, con el partido entrando en su recta final. Cuando Deschamps decidió mover su fabuloso e inacabable fondo de armario.
Seguro que en ese momento, Walid recordó sus palabras y se reafirmó en las mismas. El día que no sufrió colgado del larguero fue el que dejó de soñar. El mismo día que encajó dos goles en 80 minutos después de pasarse en blanco (solo uno en propia meta) los cinco memorables partidos anteriores. Con una posesión por encima del 60 %. Mejor el balón para el rival.