Quiero otro Mundial en otoño

QATAR 2022

PAUL CHILDS | REUTERS

18 dic 2022 . Actualizado a las 19:49 h.

Dio mucha pena que el Mundial se celebrase en Catar, un lugar que desprecia los derechos humanos de las minorías. La pelota se mancha con decisiones como esa, sí, pero casi todo lo que vino después, sobre todo el fútbol, valió la pena. De las dignas reivindicaciones de Irán, a la entereza del Van Gaal achacoso de cáncer y reivindicando su vigencia con la pizarra. De la estampida que provocan los jugadores de Inglaterra cuando salen al galope, a la fresca irrupción de Arabia, la única selección capaz de ganar a la campeona. Del clásico bajonazo de la selección española, a la competitividad de siempre de Croacia, un milagro de pocos más habitantes que Galicia. De la irreverencia de un equipo como Marruecos que no era favorito a nada y estuvo cerca de ganarlo todo, al drama de una Brasil que parecía campeona hasta que empezó el Mundial de verdad en cuartos. De las peleas del vestuario de Bélgica, a los lloriqueos del Cristiano más patético e individualista.

Al fútbol se ganó en Catar de varias maneras. Pero las verdaderas diferencias las marcaron dos fenómenos. No está mal que en el Mundial del relevo la copa se le escape de las manos a Mbappé después de marcar tres goles en la final si eso sirve para que levante el trofeo Messi. Nadie que ame el fútbol podía desear que se retire algún día sin un Mundial. Justicia poética para Leo.