Había formado una hendidura en el cuero de su bolso con la uña del dedo pulgar. Solía hacer este movimiento cuando se ponía nerviosa. Se incorporó lentamente y notó que la ventanilla se había empañado con su respiración. Miró la hora. Solo quedaban unos diez minutos para aterrizar.
Había cerrado durante un buen rato los ojos, sin dormirse, pensando en este viaje de vuelta.
Después de cuarenta años en Inglaterra por fin se había jubilado. Siempre ayudó a sus padres desde la distancia, como tantos otros, y desde la lejanía formó allí su propia familia. Su hijo, ya mayor, se quedaba. Echaría de menos a su nieta.
Regresaba a su vida anterior, a su casa, a su tierra. Cerró nuevamente los ojos sin dejar de acariciar la última incisión que su inquietud le acababa de regalar a su bolso. Todavía faltaban cinco minutos.
Que diferente había sido la ida a ese país una vez desconocido. En aquella ocasión había viajado durante horas en tren, después en ferry, y cuando por fin puso pie en suelo británico sintió el frío cortante y la densa oscuridad invernal que le dieron cortésmente la bienvenida.
Esbozó una leve sonrisa recordando como había estado intentando aprender inglés antes de partir, tan solo unas cuantas palabras sueltas, claro. Qué ilusa. En realidad no entendió nada durante los seis primeros meses. Sin embargo, ahora lo hablaba con tanta fluidez que a veces se entremezclaba de forma natural con su lengua materna. Dos minutos aún.
Recordó su llegada a Londres. Estaba tan perdida. Con el paso de los años logró interiorizar todas aquellas diferencias de tal manera que a veces se preguntaba si podría revertir la normalidad que ya sentía para volver a ver la vida con otros ojos, con los mismos con los que un día decidió subirse a ese tren.
A través de la ventanilla los rayos del sol le acariciaban las mejillas como si de dos besos se tratasen.
De repente, se vio asolada por la misma sensación de incertidumbre que hace cuarenta años.
Abrió los ojos y respiró profundamente. Agarró con fuerza su bolso y volvió a acomodar la uña en la hendidura mientras el avión tomaba tierra.
Farrah Lisa Meghazi. 46 anos. A Coruña.