Ahí, sentado en el banco con vistas a la playa, pensaba. No cualquier cosa, claro está, porque… ¿quién lo hace? Siempre hay un motivo por el que reflexionar. Él, tan mayor que representaba la nostalgia. Miraba, por supuesto que miraba.
Se quedaba embobado con aquellos jóvenes enamorados cogidos de la mano y volvía a aquel día en el que conoció a su chica. Verano del 62 cuando se presentaron y dos inviernos más tarde, se casaron. Observaba a su vecino de abajo sacando al perro que, casualmente siempre meaba en la farola de al lado. Miraba, pero siempre de reojo, al alcohólico que andaba por la orilla mojándose los pies y lamentándose en silencio.
Sentado, apenas tocando el suelo con los zapatos, contemplaba a los niños pasar por delante. Corriendo, gritando, cayendo, llorando. Entonces, solo entonces, cerraba los ojos. Porque bien sabía el señor que para mirar no se necesitaba tenerlos abiertos. Y regresaba a su tan querida infancia. Probaba las croquetas caseras de su abuela y acariciaba a su gato callejero.
Podía tocar la pelota con la que tantas veces había jugado con sus hermanos y sentía, como nunca lo había hecho, el abrazo de su madre. Siempre le pasaba, y qué rabia, una lágrima le caía por su mejilla y era ahí cuando abría los ojos. Por eso mismo no le gustaba llorar, porque le impedía hacer lo que más le gustaba en el mundo, recordar. En ese preciso instante pensaba en lo escasa y veloz que era la vida. Hace, lo que para él no era “nada”, estaba en su cama, arropado, escuchando un cuento inventado por su padre. Ya estaba. Ahora, guardaba muchos recuerdos, pero no los suficientes. Sabía que había gastado su tiempo en su debido momento, pero también tenía claro que no lo había exprimido como le hubiese gustado. Así mismo, había conocido a cantidad de gente, pero qué más daba, si ninguno de ellos se sentó a su lado para acompañarle. No sé lector, ¿sabes? Todo lo que has leído, puede que fuese ficción, quién sabe.
Algún día llegarás a la etapa, como todos lo haremos, de sentarte en ese banco. Y solo espero que tengas algo para pensar.
Malena Castiñeira Franesqui. 16 anos. Oleiros.