¿Por qué suena mi techo cada noche? ¿Quién maneja el tempo de esta canción? ¿Cuándo dejé de rezar mirando al cielo? ¿Cuándo abandoné la religión? ¿Por qué todavía hoy, junto a la mesilla, guardo un bolígrafo, un pendiente y un dragón?
¿Cuándo llegaron los adalides libertarios a convertir en mercado la educación? ¿Cómo puede haber igualdad dentro de un castillo, donde conviven el rey, el banquero y el inversor, con el carcelero, los presos y el inventor? ¿Qué ocurrió a finales de 1989, para que ya nadie se cuestione su condición?
¿Qué perversión esconde una medalla? ¿Quedará algún loco seducido por el empate, cuando la victoria o la derrota sean obligación? ¿Consiguió alguien morir tranquilo dejando sus ocho lingotes dentro del arcón? ¿Volvió alguna vez para contarlo, o hay más miedo que fe en esta misión?
¿Por qué arrinconar al que no entiende nada? ¿Qué peligro esconden el aburrido y su reflexión? ¿Ya veis posible vivir doscientos años, mudarse a la luna, o comprar el amor, mientras yo, inconsciente e inocente, solo escribo una canción? ¿Quedará suficiente piel para tatuar, o pintareis a vuestro avatar como el ídolo que patea el balón?
¿Por qué ya no veo moras en mi vuelta a casa, entre las punzantes silvas y los tojos en flor? ¿Será que ya no existen los ratones y las culebras, que las dotaban de su color y de su sabor?
¿Por qué ya casi no puedo robarte un minuto, en este trajín diario, dilapidado por el reloj, para contarte que he escrito un poema, recordando ese momento en que tu mirada me invadió?
David González Peñas. 40 anos. Teo.