Sobre la sinceridad en los procesos de selección
14 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Había pensado escribir un texto sobre los planes de opciones sobre acciones que son habituales en el sector tecnológico, cuando Twitter generó la enésima tormenta en un vaso de agua de la que ha sido imposible abstraerse.
El youtuber BaityBait recomendaba a los candidatos con menos bagaje profesional mentir en las entrevistas de trabajo y afirmar poseer experiencia que, en realidad, no se atesora si es necesario para entrar en el mercado laboral.
Desde un punto de vista ético el tema no tiene mucho recorrido —mentir está mal—, pero desde la pura practicidad utilitarista, el planteamiento era interesante. El potencial beneficio para ambas partes es evidente —un empleo para el mentiroso y un empleado para el engañado—, pero si se descubría el engaño ¿cuáles serían las posibles consecuencias? ¿merecerían la pena?
La inmensa mayoría de respuestas al tuit cayeron en el maniqueísmo habitual en la Sociedad —la tendencia a reducir la realidad a una oposición radical entre lo bueno y lo malo— desde las que afirmaban que cualquier mentira en el ámbito profesional era inaceptable e imperdonable, hasta las que las justificaban, con el argumento de que todos los empresarios —sin excepción— son explotadores contra los que todo vale. La realidad, como siempre, es un poco más complicada.
«Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo». Abraham Lincoln
Primero, porque no todo el mundo tiene el mismo concepto de «mentira». Por ejemplo, hay gente que no cree que deba ser honesta si le preguntan si está participando en otros procesos de selección, aunque el que se lo pregunte sea un recruiter imparcial intentando entender la situación personal y necesidades del candidato. También para muchos cae en una «zona gris» el maquillaje o exageración de ciertas experiencias o hitos profesionales. Por ejemplo, otorgándose cargos de responsabilidad que pudieron ejercerse de facto puntualmente, pero que nunca se reconocieron oficialmente.
Segundo, porque aunque evidentemente nosotros jamás hemos mentido en un entorno profesional —de la misma manera que jamás hemos visto porno o pagado una factura sin IVA—, un amigo de un amigo que sí lo ha hecho me ha explicado que, en realidad, no todas las mentiras son iguales.
No es lo mismo mentir sobre la experiencia y habilidades necesarias para un empleo que sobre aspectos formales, que en nada afecten al desempeño laboral ni contravengan la legislación que regule su práctica. Ningún gatito morirá porque realmente no poseas el First Certificate in English, mientras seas capaz de hablar y entender inglés con soltura, pero como consigas un puesto afirmando saber administrar servidores Linux por haber instalado un Ubuntu en un viejo ordenador de tu padre donde ya no iba bien Windows, la vas a liar parda.
Y, por supuesto, no se puede juzgar una mentira separándola del contexto en el que se produce. Una cosa es falsear un curriculum para tener una primera oportunidad laboral como mozo de almacén, y otra —muy diferente— para obtener un puesto de responsabilidad, después de disfrutar de una carrera consolidada en un sector sin apenas desempleo, como el informático. Los primeros eran a los que se refería BaityBait; los segundos —que, frecuentemente, emiten severos juicios morales desde su torre de marfil— no.
Más allá de esas puntualizaciones y circunstancias, por lo general, mentir para trabajar es una mala inversión a largo plazo. No tengo ninguna autoridad moral para exigir a nadie que no mienta —si tuviera que conseguir un trabajo para asegurar el bienestar de mis hijos, por supuesto que mentiría si hiciera falta—, pero sí la experiencia profesional para recomendar no hacerlo.
En un mercado laboral como el informático, solo el 5% de profesionales buscan trabajo de forma activa. Cuando entré en el negocio del recruiting técnico, me propuse intentar aportar valor también a ese otro 95% que no lo estaban buscando hoy, pero probablemente sí lo harían algún día. En ayudarles no solo a cambiar empleo, sino a gestionar su carrera profesional a largo plazo.
Eso me obligó a preguntarme algo tan aparentemente obvio como qué carallo es una carrera profesional y qué puede ayudarnos a tener éxito en la misma. Era evidente que tan necesario es un curriculum que refleje con la mayor exactitud posible qué somos hoy como tener claro qué queremos llegar a ser el día de mañana. Pero, a partir de ahí, para conseguir oportunidades profesionales que nos permitan alcanzar nuestros objetivos, solo nos queda ampliar nuestra experiencia, conocimientos y red de contactos o networking.
He trabajado con muchos candidatos —frustrados por no avanzar en su carrera profesional— que desprecian e ignoran un networking al que siguen viendo como un «nepotismo con márketing», en vez de una expresión de nuestra propia naturaleza. Los seres humanos somos animales sociales. Nos inclinamos a colaborar con personas que ya conocemos y en las que confiamos.
Networking no es dar un trabajo a dedo a alguien, sino avisarle de que hay una oportunidad laboral en tu empresa en la que podría encajar. Y esa red profesional de personas con intereses y objetivos comunes que puedan ayudarse unos a otros, no se acota a clientes y compañeros de trabajo sino que puede tejerse en cada interacción —con proveedores, recruiters y hasta potenciales competidores— o, también, deshacerse. Al mentir y traicionar esa confianza, destruiremos uno de los principales activos que podemos llevarnos de una experiencia laboral.
Por supuesto, podemos mantener esa mentira a lo largo del tiempo, pero no dejará de ser una «mochila» con la que cargaremos toda la vida. ¿Mantendremos esa mentira en nuestros futuros trabajos? ¿Compartimentaremos por completo nuestros contactos dependiendo de las mentiras que les contamos a unos y a otros? Si tienes suerte y te va bien en tu carrera, puede que esa mochila acabe impidiéndote llegar tan alto o tan rápido como te gustaría.
En España todavía no es muy habitual la comprobación de referencias laborales, pero en Estados Unidos es normal que te exijan hasta tu nómina actual para comprobar que recibes el salario que afirmas tener, especialmente en los puestos mejor remunerados. ¿Dónde está el valor a largo plazo? Si pierdes un puesto de trabajo por una gran mentira, lo más seguro es que no encajaras en el puesto. Si lo haces por una mentira estúpida, lo más probable es que no la necesitaras.
Como supuestamente dijo Abraham Lincoln en un alegato, «Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo». Por eso, si podéis permitiros ese lujo, no mintáis para conseguir un trabajo. Es una de las mejores inversiones que podréis hacer en vuestra carrera profesional.
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