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¿Edadismo en Tinder?: «La popularidad de las mujeres empieza a decaer a los 18 años» en las apps de citas

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

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No, en realidad uno no escoge pareja, al menos no solo. Los algoritmos se encargan de hacer una selección y mostrar aquellos perfiles con más matches y por lo tanto, más populares, dice una investigación

26 ago 2024 . Actualizado a las 19:40 h.

¿Se es demasiado mayor a los 30 años para entrar en una app para ligar? La pregunta, uno de los principales resultados en Google, viene a demostrar que hay un sesgo en la sociedad sobre cuál es la edad adecuada para buscar pareja. Y los algoritmos, incluido también el de apps como Tinder, solo lo refuerzan. Hasta el punto de que, efectivamente, a partir de los 30 años decae la popularidad en este tipo de red y con ella, el número de matches. «Hay unos estereotipos en la sociedad y las apps de citas con los filtros de popularidad los refuerzan». Así explica Andrea Rosales, profesora e investigadora de los Estudios de Ciencias de la Información de la UOC, como funcionan los algoritmos de las aplicaciones para ligar como Tinder, que refuerzan sesgos como el de la raza y el de la edad. 

Es decir, creemos tener el control a la hora de elegir pareja a través de este tipo de aplicaciones, pero en realidad, es la inteligencia artificial la que hace parte de esa elección. Y lo hace con esos filtros de popularidad, que funcionan como un círculo vicioso: a más matches, más popularidad y, por lo tanto, la aplicación muestra más el perfil, lo que incrementa las posibilidades de hacer nuevos matches. Y al contrario. 

La edad es un factor determinante a la hora de ser o no popular en las apps de citas, y el algoritmo es especialmente cruel con las mujeres: su popularidad empieza a decaer a partir de los 18 años. En el caso de los hombres, explica Rosales, la popularidad se mantiene más o menos estable, a excepción de los extremos: decae entre los más jóvenes y los de mayor edad.

Para explicar esta circunstancia también hay que tener en cuenta que el grueso de las personas con perfil en Tinder tienen entre 25 y 44 años y la gente tiende a hacer match con personas de su misma edad. Sumado a que la popularidad de las mujeres decae a partir de los 18, se da el hecho de que los más populares son los usuarios menores de 30 años.

La respuesta a la pregunta que aparece en los motores de búsqueda es que sí. Según el algoritmo, los mayores de 30 son demasiado mayores para ligar por una app. O más bien, pierden visibilidad dentro de la aplicación, lo que abre una nueva pregunta: ¿controlamos la aplicación o la aplicación nos controla?

«Uno entra a Tinder creyendo que va a escoger una pareja y, en realidad, las apps priorizan lo que te muestran. Priorizan centradas en sus intereses, no en el de los usuarios», explica Andrea Rosales. Es decir, la app de citas mostrará los perfiles que creen que darán más tráfico, no lo que le interesa realmente a los usuarios.

Las apps son un negocio y la lógica de las aplicaciones tecnológicas es generar cuanto más tráfico mejor. De sus indicadores de engagement dependen las inversiones y si una persona hace muchos matches en Tinder, está generando más engagement y más tráfico. Así que esos perfiles se le muestran a los usuarios con la esperanza de que estén más tiempo en la app. 

Se produce entonces, señala Andrea Rosales, una paradoja, porque su aquellos perfiles que se muestran más son los que hacen más matches, significa que es muy posible que no estén buscando una relación a largo plazo. ¿Conclusión? Quizá las apps de citas no son el mejor lugar en el que encontrar el amor. 

Aunque es imposible conocer realmente los algoritmos que se esconden detrás de las aplicaciones, sí es posible sacar algunas conclusiones a partir de cómo funcionan y lo que parece claro es que en términos generales, lo que buscan todo tipo de apps es que los usuarios pasen el mayor tiempo posible en ellas. Puede ser mostrando los perfiles con mayor probabilidad de hacer match, o puede ser como en X (antiguo Twitter) mostrando contenidos más amarillistas, polémicos y que apelan a la emoción y no a la razón, porque son los que generan más tráfico. 

¿Qué pasa cuándo se escoge un rango de edad concreto? «Que sea obligatorio poner la edad y el rango de edad con el que quieres hacer match me parece una imposición de estereotipos», afirma la docente de la Universitat Oberta de Catalunya, que pone el ejemplo de la vida real: cuando ese conoce a alguien en la calle, no es la edad lo más importante. No es el filtro de entrada. «Pierdes ocasiones para encontrar oportunidades para el amor en situaciones inesperadas».

El sesgo de edad llega al punto de que se han producido denuncias por parte de usuarios que afirman que Tinder ofrece un precio distinto en sus suscripciones premium dependiendo de la edad del usuario. «En todo el mundo tiene demandas pero Tinder nunca lo ha aceptado», aclara Andrea Rosales. «Se han hecho otros estudios que demuestran por ejemplo que si compras un billete de avión desde un Mac en Nueva York, será más caro que si lo adquieres desde el centro de Estados Unidos con un ordenador Windows». El precio varía según el cliente. «Varias personas han demandado a Tinder porque han observado que variaba el precio según la edad».

A este respecto, desde Tinder aclaran que el sistema automático que tiene la app para la aparición de las diferentes ofertas y precio de las suscripciones se basa en la activad previa de las cuentas, incluyendo cuánto tiempo la han tenido activa, las compras que han realizado con anterioridad y su participación en diferentes ofertas.« Estas decisiones automáticas no se basan en información sensible ni demográfica, como la edad, sexo u orientación sexual de nuestros usuarios», remarcan. 

Todos estos sesgos de edad se conocen como edadismo digital. «El edadismo se basa en cómo la edad se representa y se manifiesta en relación con las tecnologías digitales", remarca Juan Linares-Lanzman, investigador del grupo de investigación Communication Networks and Social Change (CNSC), del IN3 de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). En una sociedad hiperconectada como la actual, significa que la discriminación por razón de edad se expande y está arraigada en las relaciones interpersonales como institucionales, lamenta el investigador. Y además, el edadismo digital afecta especialmente a mujeres mayores y racializadas. «Las formas de exclusión edadistas conducen, por ejemplo, a reducir el potencial interés por las tecnologías digitales y, en definitiva, a mermar la autoestima de las personas mayores», ya que se sienten marginados de una industria que está enfocada sobre todo hacia un público joven. Eso, a pesar de que cada vez está más presente en el día a día de las personas de cualquier edad. Solo hay que pensar en las operaciones con los bancos. 

El edadismo digital no se da solo en las apps de citas, que consideran que a partir de los 30 años una persona ya es mayor, sino en otros ámbitos como el laboral. El mundo de la programación ya considera mayores a los profesionales por encima de los 35 años, lo que contribuye a apuntalar el sesgo de edad: si no hay personas de diferentes edades trabajando en los algoritmos y entrenando a la inteligencia artificial, no habrá diversidad. Lo mismo ocurre si no hay una diversidad racial o de género a la hora de aportar conocimiento en los equipos encargados del diseño de aplicaciones. 

El problema principal ante el edadismo digital y sus posibles soluciones es cómo funcionan empresas como las apps para ligar. «Son cajas negras; no sabemos nada de qué datos utilizan ni de los algoritmos, y es obvio que no hay transparencia real ni mucha voluntad de hacerlo», afirma Juan Linares-Lanzman. La reciente ley de IA que ha aprobado la Unión Europea simboliza un adelanto en este sentido, dice, pero también deja claro que es «una lucha de David contra Goliat».

¿Cómo serían estas aplicaciones si no tuviesen detrás intereses comerciales? Esa es la pregunta que se hace la ética algorítmica, que también plantea si lo que interesa son las personas y los servicios o los inversores. «Lo que ocurre es que los esfuerzos son desproporcionados. La industria tecnológica invierte mucho dinero en las aplicaciones y por eso las hace tan eficientes» y sobre todo tan rentables, explica Andrea Rosales. «Por eso no se puede comparar con la inversión que se hace desde el software libre o desde el ámbito de la investigación con la que se hace en la industria. Los presupuestos no son equitativos, no tienen nada que ver», explica la profesora e investigadora de los Estudios de Ciencias de la Información de la UOC.

«A menudo nos quieren hacer creer que esta solución vendrá de la propia industria tecnológica, porque es uno de los principales actores involucrados, pero su fórmula lo que busca es rentabilidad. Cuantos más problemas sociales hay, más soluciones tecnológicas quieren vendernos», recuerda Linares-Lanzman. Esta fórmula ya se está viendo con el uso de la IA para la contratación: «Hay un doble discurso: por un lado, el de la legislación y la ética de la inclusión, la equidad y diversidad y, por el otro, el de las soluciones tecnológicas que eliminarán los sesgos de edad en el ámbito laboral con soluciones de inteligencia artificial, pero sin explicar cómo lo harán o cómo de efectivas serán partiendo de la realidad».