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El poder de los sonidos para curar abrió el curso de Música Tradicional

Concha Pino SANTIAGO

SANTIAGO

ÓSCAR CORRAL

La etnomusicóloga argentina Carolina Robertson expuso el resultado de sus investigaciones La especialista dice que la expresión musical tiene más fuerza que ninguna otra

01 dic 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

La expresión musical tiene más fuerza y poder que cualquier otra, y su capacidad ha pervivido a lo largo de siglos en ritos primitivos como el de la sanación en pueblos que han logrado mantener su cultura e identidad a pesar de haber sido colonizados y sometidos. De eso habló en la Facultade de Historia Carolina Robertson, catedrática de Etnomusicología en la Universidad estadounidense de Maryland, para abrir las sesiones del primer curso universitario de especialización en Música Tradicional Galega que se imparte en Galicia. El tema de la conferencia de la doctora Robertson fue El poder de la sanación de la música , un rito que practican pueblos de culturas ancestrales y distintas. Ella ha estudiado muchos que perviven o se recuperan en lugares tan distantes como Hawai y Ghana; entre indios mapuches de la Patagonia o pueblos hindús y budistas. La explicación que da es que cantar, «acrisola valores, creencias y sentimientos que no se pueden expresar de otra forma, el hecho de cantar exige más a nivel corporal», y que el cuerpo humano «es sonoro y acuático, que el agua transmite los sonidos más de prisa que el aire, y que los sonidos pueden cambiar cosas en el organismo, traspasa la piel y puede alterar el ritmo de los líquidos o de la espina dorsal»». Recuerda que los sordos captan la música a través de la piel y que la acupuntura actúa en las frecuencias del sistema nervioso. Investigaciones Carolina Robertson plantea su trabajo de investigación desde la perspectiva de que el sonido «tiene un impacto en la neurología de la persona y sobre la estética de las sensaciones». Aclara que en pueblos de culturas tradicionales la medicina no se aplica sólo al enfermo, sino a su entorno familiar, y que es común a todos ellos, independientemente del tipo de ritual, usar la música y determinadas estéticas que emanan de ella o que se crean como parte del rito para sanar. El objetivo del proceso es siempre el mismo: «abrir puertas que cierra el miedo a la enfermedad, al dolor, a la muerte». Por eso considera que cada enfermedad es como una maestra que enseña el camino a seguir, «porque muchos de los problemas son fruto de circunstancias que depende de nosotros mismos cambiar, como sucede con el estrés». Carolina Robertson ha estudiado el chamanismo y ha comprobado que existen ritos primarios en los que la experiencia de la catarsis logra transformar a una persona. También investigó en ciertos grupos el uso de alucinógenos a base de hierbas y música para sanar. Su acción «abre un portal de percepciones que ayudan al paciente a ver otras posibilidades. Pero en este aspesto es tajante al aclarar que estas sustancias «son un sacramento que se ha de administrar con guía, conocimiento; no son recreativos, ni su propósito es colocar ni evadir». Concluye que, en cualquier caso, todos estos rituales para sanar, esta medicina ancestral, «es eficaz, pero no infalible». Entre sus trabajos actuales está estudiar la creatividad de los presos políticos de la dictadura argentina para sobrevivir. Antropología Carolina Robertson estudiaba violín, y sus muchas preguntas de por qué de esto y lo otro eran propias de un antropólogo, según su profesor. Y buscó respuestas en esa ciencia. Algunas las encontró al estudiar los instrumentos musicales de arcilla precolombinos, como que los indígenas practicaban la armonía y estudiaban acústica siglos antes que los europeos. Sabe bien de qué habla cuando dice que le parece insólito que este curso sea el primero que lleva a la Universidad la teoría y la práctica de una música tradicional como la gallega «de una gran riqueza, con músicos de muchísimo talento y muy jóvenes».