SUCEDIÓ EN 1979
16 ene 2004 . Actualizado a las 06:00 h.Lo que tenía que pasar pasó y el Sha de Persia, Mohamed Reza Pahlevi, que había dominado el país en los últimos treinta años, salía del aeropuerto de Teherán rumbo al exilio. Le acompañaba su esposa, Farah Diba, y su familia. En el voluminoso equipaje iban las joyas que con tanto placer atesoraba, a las que se unieron las importantes sumas de dinero que guardaba en bancos suizos. De esta manera, el petróleo que con tanta abundancia existía en la tierra iraní no fue para aumentar el nivel de vida de sus súbditos, sino para enriquecer a un megalómano que se creía descendiente del rey de reyes, cuando su padre era un sargento que sirvió a los ingleses. Los iraníes, al conocer la noticia, se abrazaban por las calles y plazas, mientras caían todas las estatuas del ex emperador y los soldados mostraban retratos de su nuevo jefe, el ayatollah Jomeini. Claro que el paso del tiempo demostró que si el Sha era la peste, el ayatollah era el cólera. Gobernar en nombre de Alá y de Mahoma no era muy gratificante.