Caballos con la cabeza hinchada

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Crónica | El drama en la fauna Algunos vecinos de Brión pretendían sacrificar equinos afectados por las llamas y el humo incesantes, pero la Guardia Civil los disuadió de hacerlo

10 ago 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

Casi todo el mundo pone el acento en la foresta que cubría buena parte de la orografía coruñesa y pontevedresa. Una imagen espantosa que uno puede observar cada dos por tres a lo largo de la carretera. Pero pocos se aperciben de los huesos calcinados de miles de bichos que hacían vida en los parajes boscosos. Y de los animales de mayor envergadura con hábitat montaraz. Por ejemplo, en el monte Abelendo de Brión. Por las zonas elevadas de este municipio corretean, o correteaban, unos ochenta caballos salvajes. Sus dueños acuden con frecuencia a controlarlos y a contemplar su bella efigie. Alguno lo ha hecho estos días, con los peores presagios, y ha comprobado que la belleza de su estampa se había traducido en numerosos casos en una deformación por los efectos del fuego. Hubo reses que huyeron de las llamas a donde pudieron, otras resultaron afectadas e «tamén haberá cabalos que estean mortos entre os matoxos queimados», dice un paisano que tiene animales en el monte. Este hombre subió al Abelendo y se encontró con que casi una decena de caballos padecían quemaduras diversas y la cabeza hinchada. Decidió sacrificarlos. Preparó un arma adecuada para rematarlos con el menor sufrimiento. Ya dispuesto a la dolorosa tarea, optó por consultarlo en el cuartel de la guardia civil, y allí le dijeron que no estaba permitido el sacrificio de caballos bravos. Ello requería un procedimiento y la presencia de veterinarios. Y el desembolso de un transporte de 300 euros. «Son cabalos que quedan sufrindo. Teñen a cabeza hinchadísima e non creo que se recuperen. E enriba están sen pastos, xa que o monte quedou todo queimado», dice este vecino de Brión, amante de los equinos y de la naturaleza, frustrado victimario a su pesar, que ha tenido que guardarse el arma para no incurrir en nada que pudiese originarle quebraderos de cabeza. Se había agenciado una excavadora para enterrar los caballos en algún lugar idóneo y terminó por devolverla a su sitio. En su entorno hay quien piensa que los incendiarios son dementes que pueden quemar a sus propios hijos. Si es así, menor cargo de conciencia les inspirará la muerte de los animales: «Poden estar contentos polo sufrimento que causan», filosofa el paisano de Brión.