En el mundo de las motos, todavía hay clases. Por mucho que algunos se empeñen, no es lo mismo montarse en una moderna segadora japonesa o coreana que sentir entre las piernas la vibración de una auténtica Lambretta, con su chasis tubular, una sensación que tiene algo de místico y que solo conocen bien quienes han hecho de este vehículo un objeto de culto. A lomos de sus cabalgaduras, ayer llegaron a Santiago siete miembros del Club Lambretta de Éibar, que decidieron que la mejor forma de invertir las vacaciones de Semana Santa era peregrinar a Santiago de Compostela, por supuesto, sobre dos ruedas. Beatriz Urreta; los hermanos Alfonso y Juan Cristóbal Rojo; Juan Manuel Híjar «Manu»; Jesús Gómez; José Arana y Patxi Lejardi forman una expedición que contó con el apoyo de la furgoneta pilotada por Alberto Aberásturi, la logística de Alicia Arizondo y la cirugía de Enrique Bernedo, más conocido como Doctor Lambretta. Desde el domingo que salieron de Éibar, se metieron entre pecho y espalda una media de 230 kilómetros diarios. Jose Arana explica que, para este viaje, escogieron motos de los modelos más modernos que se fabricaron en Éibar, «porque las primeras series que se construyeron no eran tan fiables y preferimos venir sobre seguro». Aún así, alguna supera los veinticinco años, aunque cualquiera lo diría con lo bien conservadas que las tienen sus dueños. Todos los años, por San Cristóbal, el Club Lambretta de Éibar organiza una concentración en la que es posible ver auténticas reliquias en un ejercicio de dignidad motera. La Lambretta, de origen italiano, se empezó a fabricar en Éibar en 1954 hasta que, en 1989, la factoría decidió apagar sus máquinas. Así que mantener viva la memoria de todo un símbolo está ahora en manos de gente como Beatriz, Alfonso, Juan Cristóbal, Jesús, Jose y Patxi. ¿Nostálgicos? Dice Jose que algo de nostalgia sí que hay, pero que, sobre todo, les puede el empeño por mantener las Lambrettas lo más originales posible, tal como un día salieron de Éibar. Una vez alcanzada sin novedad la meta de Compostela, la expedición todavía estará por la ciudad hasta el viernes. Seguramente se los cruzarán en alguna de sus rutas. Sobre el eterno pique con los amantes de las Vespas, los de Éibar dicen que es una rivalidad sana, de las de «buen rollo».
Cuatro años después de su creación, el Club de Natación de Arzúa ya ha cosechado frutos, y de los buenos. José Ramón Rey Rodríguez es uno de ellos. A sus trece años, este miembro del equipo, integrado por setenta nadadores, participará en el Campeonato de España que se celebrará la segunda semana de abril en Palma de Mallorca. Lo hará dentro de la categoría infantil en la modalidad de cien metros braza, la misma en la que se proclamó campeón gallego en las pruebas celebradas, recientemente, en Pontevedra, donde también alcanzó el primer puesto en los doscientos metros braza. Otro joven promesa de la natación forjado en el club arzuano es Óscar Pereiro Carril, subcampeón gallego en la categoría júnior de los cincuenta metros espalda y tercer clasificado en los cien metros de igual modalidad. El podio de campeones lo completa Pedro Martínez Castro, que se hizo con el tercer puesto de la categoría infantil en la prueba de doscientos metros estilo. José Ramón, Óscar y Pedro deben su hazaña deportiva a su esfuerzo y a la mano de su entrenador, Eulogio Aldariz. Maestro y pupilos estuvieron ayer en la casa del Concello para recibir los obsequios que, en homenaje a su trabajo, quisieron entregarles el alcalde, Xaquín García, y el concejal de Deportes, Xoán Xesús Carril. En el acto también estuvo presente José Manuel Vázquez, uno de los directivos del Club de Natación de Arzúa, que recogió en nombre de la entidad una placa conmemorativa de los logros y avances alcanzados en el deporte de la natación pese a su corta trayectoria.