A iniciativa del Museo do Pobo Galego, y con la colaboración de la Asociación de Veciños de Aríns, se celebró ayer el Café da memoria dedicado a rememorar las tradiciones vinculadas al entroido compostelano. Los tertulianos coincidieron en recordar que «por entroido, en todas as casas comíanse as filloas, a cacheira de porco e os grelos», apuntó Jesús. «Despois do entroido ata o domingo de Pascua, nin carne nin nada; había que aproveitar», apuntó Manuel.
Los disfraces, a diferencia de la fórmula actual en la que se impone el personaje de moda, nuestros abuelos se disfrazaban «cos trapos que atopabas; coa ropa vella dos vellos; e saías a facer o entroido; ías polas casas e nunhas daban orellas e noutras filloas», comentó Benita.
Jesús, vecino de Aríns, recordaba que era muy tradicional «facer bromas; eu recordo que unha veciña encargoulle a miña nai un quilo de azucre por que ela viña a Santiago; e o levei, pagoume dúas pesetas e un patacón para min, pero eran borras». También «poñíase o burro», que consistía en escribir cartas supuestamente de amor para terminar con la figura de un burro.
Dolores, de Santiago, recuerda que le tenía miedo a los «farricoques». Se trata de hombres disfrazados que aprovechan el carnaval para moler a palos a aquellos con los que tenían alguna cuenta pendiente.
En la casa de Dolores, su madre guardaba para carnaval A pedra, que era el intestino grueso relleno de carne, que se cocinaba junto a la cacheira y los grelos.