A las ocho y cuarto de la tarde de ayer, la Policía Nacional interrumpió el entrenamiento de la primera plantilla del Compostela cuando los futbolistas blanquiazules llevaban poco más de una hora ejercitándose para preparar el próximo compromiso liguero ante el Izarra, que se jugará a las doce del mediodía del domingo para evitar la coincidencia con la final de la Copa de España de fútbol sala.
Lo que parecía una jornada normal de trabajo en el Compostela se transformó en una tarde-noche de locos cuando una veintena de policías arribaron a San Lázaro en tres furgones y accedieron al campo de juego en el que estaban entrenando los futbolistas de Fabiano Soares. Inmediatamente, fueron obligados a abandonar el terreno de juego para ser escoltados hasta el vestuario. Ya dentro, los futbolistas fueron interrogados uno a uno.
Fue una inspección de trabajo con el apoyo de la Brigada de Extranjería y Documentación del Cuerpo Nacional de Policía. Fuentes conocedoras de la investigación informaron que fue una intervención rutinaria. Actuaron de oficio y no había denuncia previa, aunque al principio jugadores y directivos del club sospechaban que todo había sido provocado por el despido del defensa Jesús Torres y de sus posteriores denuncias.
Los primeros en ser reclamados por la policía fueron precisamente los cuatro futbolistas que tienen un contrato laboral en otra actividad. A Mariño, Ángelo, Toño y Pablo les formularon idénticas preguntas: ¿Cuánto tiempo lleva en el club? ¿Cuántas horas trabaja y qué horario tiene? ¿Firmó algún contrato con el Compostela? ¿Cuánto cobra al mes? ¿Todo lo que cobra está declarado?.
Interrogatorios
Cuando acabaron con estos cuatro futbolistas, le tocó el turno a los extranjeros. Las preguntas fueron similares y las respuestas casi coincidentes. Parecía que todos se habían aprendido la lección previamente, aunque la inspección fue por sorpresa.
Entre deportista y deportista también le tocó el turno al entrenador blanquiazul. A Fabiano Soares le formularon preguntas muy parecidas a las de sus jugadores. Algunos futbolistas tuvieron que ir hasta el coche a buscar los papeles de identificación, siempre escoltados, cada uno de ellos, por un policía. «Me acompañó hasta la puerta del coche el paisano, como si tuviese miedo de que me fugase», comentó uno de los compostelanistas poco después de ducharse.
Más de un integrante del plantel no tenía su documentación encima, por lo que algunos familiares tuvieron que acercarse hasta San Lázaro con el Documento Nacional de Identidad o el pasaporte.
Nada más entrar en los vestuarios del estadio, tres policías fueron a las oficinas del club, en donde estaba uno de sus directivos. Segundos después, y sin solicitar ningún tipo de documentación, regresaron al lugar en el que estaban los jugadores.
A las nueve y diez de la noche llegó a San Lázaro el presidente del Compostela, José María Caneda. Se presentó con cara de pocos amigos, aunque parecía muy tranquilo y relajado. «Aquí os xogadores cobran mil euros e veñen a facer unha inspección. Pero non van aos clubes de Primeira División, que vai saber como teñen as contas», manifestó el dirigente, que el 19 de febrero tendrá que presentase en A Coruña con la documentación que le fue solicitada.
Los policías tomaron declaración a los trabajadores del club y se limitaron a controlar la documentación que necesitaban. No encontraron ninguna irregularidad, por lo que no se registraron detenciones. A las nueve y media abandonaron San Lázaro.