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El tráfico de esclavos negros

? Fernando Salgado

SANTIAGO

? Fue sin duda una de las páginas más abyectas de la historia. Y Galicia contribuyó también, con algunos renglones, a construir aquel episodio de ignominia. En los últimos años del siglo XVIII, agotada la prosperidad generada por la implantación de los Correos Marítimos en A Coruña y el intenso comercio con las colonias americanas, destacados comerciantes y navieros gallegos trataron de eludir la decadencia reorientando sus buques hacia otro tipo de negocios: el corso y la trata de negros.

04 sep 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

El 12 de septiembre de 1799, Francisco Rivera, titular de la firma coruñesa Salvador Rivera e Hijo, protesta ante el escribano del Real Consulado una letra endosada que Jerónimo Hijosa se niega a pagar. El efecto ha sido librado por el comerciante cubano Luis Beltrán Gonet, por importe de «quinientos pesos fuertes de oro y plata». La deuda de Hijosa está relacionada con el seguro de su goleta San José y Nuestra Señora del Carmen que, tres años antes, debía conducir un «cargamento de negros» desde la costa africana hasta la capital cubana. El buque negrero, bajo el mando del capitán José Briñas y con sus bodegas atiborradas de esclavos, fue apresado tras haber zarpado de la isla senegalesa de Gorée, probablemente -aunque el documento notarial no lo especifica- por navíos corsarios ingleses.

El contencioso mercantil reviste interés al menos por dos motivos. Demuestra que algunos comerciantes gallegos participaron en el tráfico de esclavos ya en los últimos años del siglo XVIII y no, como sostienen los historiadores que se han ocupado del tema, solo después de finalizada la Guerra de la Independencia. El documento reúne, además, a tres destacados comerciantes que participaron en el tráfico de esclavos: Jerónimo Hijosa, Francisco Rivera y Luis Beltrán Gonet.

TRES PERSONAJES

Jerónimo Hijosa, a quien Antonio Meijide Pardo dedicó una monografía, era uno de los más acaudalados comerciantes coruñeses del siglo XVIII. Nacido en Medina de Rioseco, a mediados de la centuria se estableció en A Coruña, donde contrajo matrimonio con la viuda de un rico hacendado que aportó una dote de 800.000 reales. Sobre el comercio exterior, alentado por las prerrogativas concedidas al puerto coruñés, cimentó su rápido enriquecimiento. En 1770, año en que instala en la isla de Sálvora la primera industria de salazón de la ría de Arousa, Hijosa es la segunda fortuna de la capital coruñesa. Paga 60.000 reales en concepto de única contribución por el ramo industrial y mercantil, cifra solo superada por Benito de Agar.

A finales de la década de los setenta, el comercio con ultramar inicia su ocaso y Jerónimo Hijosa, propietario de una flotilla mercante, abre una nueva línea de negocio: el tráfico de esclavos. Varias órdenes reales lo autorizan a transportar esclavos desde África al Río de la Plata y a Cuba. Deberá abonar el 6% del valor de la «mercancía» introducida en América, además de la correspondiente alcabala por la venta de los esclavos.

Más que por su riqueza, nada pacata, Francisco Rivera es conocidos por su amistad con Alejandro Malaspina, quien por esas fechas está encerrado en una mazmorra del castillo de San Antón. El marino italiano mueve hilos e influencias -desconozco con qué resultado- para que el comerciante gallego sea designado cónsul de Génova en A Coruña. La amistad entre Rivera y Malaspina duró hasta el fin de sus días.

El tercer personaje en escena, Luis Beltrán Gonet, logró hacerse un nombre en la historia de la infamia: fue el primer cubano que importó esclavos negros para la isla. Señala un cronista que el desembarco -123 «piezas de ébano»- se produjo el 18 de septiembre de 1798 y que el cargamento fue recibido en La Habana «con repique de campanas y retumbar de cañones celebratorios». Reunida en sesión solemne, la Junta del Real Consulado también «felicitó efusivamente al victorioso comerciante». El éxito del «primer negrero nacional» de Cuba fue solo momentáneo: en 1803 se encontraba en quiebra y adeudaba 32.000 pesos fuertes a la Real Hacienda.

auge del tráfico negrero

Al tiempo que se acentúa la crisis del comercio colonial crece el número de comerciantes coruñeses involucrados en el tráfico esclavista. Francisco Romeu, uno de ellos, justificaba esa actividad «por la situación miserable en que se halla nuestro comercio y la falta de proporción para expediciones a puertos de nuestras colonias a causa de los extranjeros que se admiten en ellas, sin poder emprender ni especular».

De acuerdo con las investigaciones del profesor Luis Alonso Álvarez, el auge de la actividad negrera protagonizada por gallegos se registra en las postrimerías del tráfico esclavista. Concretamente, entre los años 1816 y 1820. A esas alturas, algunos países ya han suprimido la esclavitud y en otros se multiplican las voces abolicionistas.

Buceando en los protocolos notariales de la época, Luis Alonso identifica a 32 comerciantes, coruñeses en su mayoría, que se dedican al tráfico negrero. Y estima en cerca de siete mil el número de esclavos comprados durante el citado quinquenio en África -Golfo de Guinea y Mozambique, sobre todo- y transportados a Cuba, «lo que supone el 6,1% del total de negros introducidos por hispano-criollos en el período de 1816 a 1820». «El comercio de esclavos -concluye el investigador- tenía la ventaja de asegurar una venta rápida y a precios elevados en La Habana».

Isla de Gorée, en la costa de Senegal, donde recaló un buque negrero de Jerónimo Hijosa antes de ser apresado por corsarios ingleses, y carta náutica de la bahía coruñesa, publicada por W. Faden, copia de la carta de Tofiño de 1787) | archivo | galiciana dixital