«Adelante: la leucemia se cura»

SANTIAGO

esta semana la periodista concha garcía campoy anunció que sufre una leucemia y mostró su cofianza en recuperarse. lo consiguió la gallega RAQUEL SÁNCHEZ, cuando era una niña. ella y su madre cuentan su caso

15 ene 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

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Un simple resfriado puso sobre alerta a su madre, Esther Pallas. Ella se dio cuenta en seguida de que algo no iba bien, a pesar de que los numerosos pediatras a los que llevó a su niña le decían que algunos síntomas de la pequeña, como ampollas en la boca o encías sangrantes, eran «normales». Un mes después, en abril de 1987, y tras una desesperante romería de médico en médico, llegó el mazazo. Su pequeña Raquel, de solo 3 años, padecía leucemia linfoblástica aguda. «Antes de hacerle la punción que confirmó el diagnóstico, el último médico al que la llevé me dijo que había que ingresarla cuanto antes, pero en el hospital de Vigo, donde residíamos entonces, aseguraban que podía llevármela a casa. Me puse histérica e insistí tanto que al final me hicieron caso, aunque antes incluso amenazaron con llamar a la policía», recuerda hoy Esther, cuya primera pregunta, nada más conocer el diagnóstico final fue la misma que, seguramente, se hacen todos aquellos que reciben una noticia similar: ¿tiene cura?

«Me dijeron que había un 80 % de posibilidades de curación y me agarré a ese porcentaje como a un clavo ardiendo», explica Esther 24 años después de aquel primer diagnóstico y con la felicidad de que su niña, hoy una mujer de 27 años, ya está curada al cien por cien. Para el final feliz, sin embargo, tuvieron que esperar 17 años, tiempo en el que Raquel compaginó estudios (está licenciada en Sociología, realizó un máster en Procesos Formativos y actualmente reside en Londres, donde mejora su inglés) con interminables tratamientos y controles periódicos en el hospital barcelonés de Vall D?Hebrón, adonde la trasladaron tres meses después de conocer el diagnóstico. «Me costó mucho tomar la decisión, pero mi corazón y mi mente me decían que tenía que hacerlo y allá nos fuimos», cuenta Esther.

«Hubo días bonitos, otros muy feos y otros horribles, en los que a pesar de estar rodeada de gente me sentía absolutamente sola», explica la madre, quien confiesa que salió adelante gracias al apoyo de la familia real y de la familia «postiza» que creó en el hospital. «Nunca pensé que ellos podrían hacerme reír incluso en los momentos más críticos», cuenta refiriéndose a todos aquellos padres que, como ella, atravesaban un calvario. «Nos prometimos los unos a los otros que jamás lloraríamos delante de los niños», añade. Cumplió su promesa gracias a los suyos y también al apoyo desinteresado de gente a la que no conocía absolutamente de nada. Como Amalia, la mujer que le alquiló un apartamento las primeras semanas que pasaron en Barcelona y que después las acogió como si fueran de su propia sangre.

«Para mí, Amalia es como mi tercera abuela», asegura Raquel desde Londres, donde reside actualmente. Desde allí cuenta también que «todo lo malo se acaba por olvidar». Hasta el punto, dice, que casi no recuerda absolutamente nada de sus años de tratamiento. «El otro día me paré a pensar y me di cuenta de que no recordaba el nombre ni la cara de ningún doctor. Solo sé que viajábamos mucho a Barcelona, que a veces me encontraba mal y que las enfermeras del hospital eran muy cariñosas. También recuerdo el último pinchazo que recibí, cuando tenía 8 años, y que mi familia siempre se volcó conmigo. Estaba tan mimada que no sé cómo no me volví tonta», asegura riéndose.

«Mi vida es completamente normal, no tiene nada de especial, soy como cualquier otra chica de mi edad», insiste con una sonrisa Raquel, quien, sin embargo, se muestra convencida de que en su batalla contra la leucemia tuvo mucho que ver la ciencia, pero también su madre. «Muchas veces me pregunto qué habría pasado si ella no hubiese insistido tanto aquel día que me llevó por primera vez al hospital. Me pregunto cómo hubiese sido yo si no hubiese pasado la enfermedad y a veces me entra el miedo pensando que puede volver a repetirse, pero en seguida borro las malas ideas y paso página», dice. Y sigue el consejo del tatuaje que se ha hecho: «Adelante».