El balneario de Mondariz

? Fernando Salgado

SANTIAGO

? Más de treinta textos de Emilia Pardo Bazán, recopilados por Patricia Carballal, resaltan el esplendor del balneario de Mondariz en las postrimerías del siglo XIX y el primer tercio de la centuria siguiente. El agua de dos manantiales -Gándara y Troncoso- y el tesón de dos emprendedores -Enrique Peinador y su hermano Ramón- obraron el milagro. «Dos o tres casuchas» iniciales dieron paso a una lujosa villa termal que acogía a «gentes de alto copete, hombres de Estado, generales, infantes de Portugal y reinas morganáticas».

22 ene 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

Allá por el año 1873, cuando las aguas de Mondariz son declaradas de utilidad pública a instancias de los hermanos Peinador, solo había en el lugar dos casas de huéspedes. Las regentaban un brasileiro y una modista. En la primera, según el testimonio de la condesa de Pardo Bazán, el menú no era muy variado: «Nos sirvieron veinticuatro días consecutivos pollo asado (y tísico) al almuerzo, a la comida y a la cena». Años después, en otro texto periodístico, la escritora nos amplía la información: «Recuerdo que unos portugueses que estaban allí remojando también el estómago y alcalinizando la sangre, no toleraban tanto pollo. ?¡Frango, e sempre frango!?, gritaban enfurecidos. Un día, amostazados ya de veras, quisieron romperle al mesonero una costilla, y se armó en la casa una gazapera inolvidable».

Años después, las bandejas del Gran Hotel también incluían el pollo, pero generosamente arropado. Tomemos un menú al azar: el del domingo 16 de junio de 1929, por ejemplo. El almuerzo de aquel día constaba de entremeses variados, crema normanda, langosta en salsa tártara o lenguado frito, chuletas de ternera a la bonne femme, pollo grillé a la americana, helado al chocolate, pastelería, quesos y frutas. No menos suculento ni menos variado era el menú de la cena.

OFERTA PARA AGÜISTAS

Claro está que, a esas alturas, el hotel «más suntuoso de España» -así lo califica Emilia Pardo Bazán- solo estaba al alcance de bolsillos pudientes. La estancia, que incluía el alojamiento en una de sus 250 habitaciones y la comida, cuesta entre 19,50 y 40 pesetas al día. Aparte hay que abonar los diversos servicios balnearios. Beber agua al pie del manantial supone un desembolso de 25 pesetas, que se reduce a una peseta si el cliente se conforma con una botella de 350 gramos, con agua, corcho, cápsula y etiqueta. Por el doble -2 pesetas- se puede obtener una ducha escocesa o una ducha lumbar, circular, perineal, vaginal o rectal.

Por esas fechas, siguiendo la información extraída de La Temporada de Mondariz, semanario del establecimiento, los agüistas más modestos disponen de opciones más asequibles. Otros quince hoteles, con una oferta de 436 habitaciones, han brotado en la ladera del monte, con precios que oscilan entre las 13-20 pesetas del Hotel Francés y las siete u ocho del Hotel Europa. Incluso, para bolsilos francamente menesterosos, existe la oferta de quince hospedajes, el más barato de los cuales, el de María Velo, ofrece alojamiento por una peseta al día, aunque en este caso el precio no incluye la manutención.

«ILUSTRES ENFERMOS»

A curar sus achaques acuden a Mondariz, advierte la autora de Los pazos de Ulloa, «los descalabrados de las letras, de la política y del arte». Ya antes de ser inaugurado el Gran Hotel se inicia la peregrinación de «ilustres enfermos», como Cánovas del Castillo o el expresidente de la I República, Emilio Castelar, que busca «alivio de su padecimiento reumático». O el poeta Gaspar Núñez de Arce. O el popular científico y marino Isaac Peral, quien acude a tomar las aguas en 1890, mientras oscuros intereses continúan torpedeando el submarino de su invención. Peral volverá dos años después a Mondariz, ya licenciado de la Marina y operado de un tumor, para medir la fuerza del salto del río Tea con el propósito de instalar la luz eléctrica en el balneario.

EL DICTADOR Y EL GALLEGUISMO

Tras encenderse las luces del Gran Hotel se acrecientan el prestigio y esplendor de Mondariz-Balneario. Continúa el desfile de personalidades que ahora buscan, además de salud, solaz y relación. La Chata, hija de la reina Isabel II, lo visita en 1914. El general Miguel Primo de Rivera preside dos consejos de ministros en el establecimiento. En el verano de 1929, el dictador coincide en el complejo termal con el primer ministro portugués, el general Artur Ivens, y con el magnate John Rockefeller III, un joven de 23 años en gira alrededor del mundo.

Del potentado estadounidense dirá el general: «Es un joven encantador y de gran cordialidad. Ninguno [al financiero lo acompañaba James G. McDonald, presidente de la Asociación de Política Exterior norteamericana] alardea de su fortuna. Me acompañaron a la corrida de toros de Pontevedra y aun cuando pude observar que no les gustaba, no exteriorizaron la menor contrariedad». Y Rockefeller, en devolución del piropo, escribe en su diario que el general era «muy cordial y atento» y que «se mostró tal como es».

El movimiento galleguista encuentra también amplia receptividad en la familia Peinador. La Real Academia Gallega celebra sesiones solemnes en el balneario. En aquel escenario toman posesión como académicos de número el sacerdote ourensano Antonio Rey Soto y el poeta cambadés Ramón Cabanillas. Este último asumirá las riendas de La Temporada de Mondariz durante varios años.

Las «dos o tres casuchas» que mencionaba Pardo Bazán se multiplican. Aquel enclave aislado del mundanal ruido -el tranvía eléctrico Vigo-Mondariz proyectado por Enrique Peinador nunca pasó de Porriño- crece con autonomía. Dispondrá incluso de moneda propia: los peinadores. En 1924 se convierte en municipio. Con el simple fluido de dos manantiales, Enrique Peinador había creado «un palacio situado en un oasis», una productiva embotelladora de agua mineral, un foco de atracción de ilustres personalidades y un ayuntamiento.

Miguel Primo de Rivera, jefe del gobierno español, y el primer ministro portugués, general Artur Ivens Ferraz, ante el Gran Hotel, en 1929 | cedida

Fachada del Gran Hotel de Mondariz en 1898, el «más suntuoso de España», en palabras de Emilia Pardo Bazán | cedida