La capital alemana está de moda. Junto a los atractivos históricos que ofrece, es la urbe más vanguardista de Europa. Y se ha llenado de turistasLa primera parada obligada para el que nunca ha ido es Pariser Platz, con la puerta de Brandemburgo por la que desfilaron tropas prusianas
27 ene 2012 . Actualizado a las 06:00 h.| En Schöneberg, en Berlín, hay un cementerio de barrio. Las lápidas están clavadas en la tierra y cada tumba está adornada con ramas de pino que delatan que hace un mes fue Navidad. Entre todas ellas hay una llena de flores y, oculto entre las ramas, guarda un cigarro desgajado por la humedad de un invierno suave que todavía no ha dejado caer la nieve sobre la ciudad. No destaca. Es como las demás. «Es la tumba de Marlene Dietrich, y solo tres lápidas más allá está la del fotógrafo Helmut Newton», explica Lara Sánchez, una coruñesa de adopción que llegó a la ciudad hace unos meses y que ha montado una empresa que organiza rutas por la ciudad que se pueden ver en http://vayaberlintours.blogspot.com/
Ahí, en Schöneberg, una diva descansa para toda la eternidad en el barrio donde nació, junto a un fotógrafo de estrellas. No podía ser menos porque, como dijo la protagonista de El ángel azul a un amigo antes de morir, «lo hemos querido todo y lo hemos tenido todo». Entonces, ¿por qué no dormir toda la eternidad junto con un fotógrafo de esa talla descansando al lado?
Ese cementerio y esa historia es uno de los pequeños secretos que guarda Berlín. Es una de las paradas que hace Lara en el tour que dedica al cine. Porque la ciudad, que es sede de la Berlinale, uno de los festivales del ramo más famosos de Europa, fue escenario de múltiples películas como La vida de los otros, cuya trama transcurre en una calle que, aún hoy, dos décadas después de haber caído el telón de acero, se conserva tal y como era en tiempos de la República Democrática Alemana.
Pero Berlín es mucho más. Lara tiene otros tours para mostrarlo. Destapa desde los puntos de la ciudad más erótica hasta los de esa urbe de postal que aparece en las guías. Y esto último lo hace a un precio low cost.
Perpetuo cambio
Cada uno puede tener su propio Berlín. Un pequeño paseo basta para ver cómo es todavía una urbe en construcción, un volcán en erupción que se transforma cada día para convertirse, quizá, en la nueva capital de Europa. Al menos eso es lo que está en el aire cuando se camina por sus calles o se circula en el metro descubierto o el tren de cercanías que recorren los distintos barrios que dibujan una ciudad de edificios bajos y en la que los movimientos ciudadanos tienen un gran peso y a los que las autoridades tienen en cuenta a la hora de ejecutar cualquier actuación.
Berlín es pues un gran mosaico. Destruida en un 75 % en la Segunda Guerra Mundial y dividida durante años por el muro que separaba la parte occidental de la oriental, concentra monumentos como la famosa puerta de Brandemburgo; la isla de los museos donde se guarda, entre otras joyas, importantes piezas de arte egipcio; los restos del Muro decorados con la pintura urbana de artistas como el francés Terry Noir o Dimitry Vrubel; las discotecas más alternativas de Europa; las terrazas de verano junto al río Spree o los modernos inmuebles que se levantan en Postdamer Platz.
Es precisamente esa mezcla tan heterogénea lo que la hace más atractiva. Puede que, por eso, sea un destino que eligen cada vez más gallegos para sus vacaciones o para pasar un fin de semana. Además, Galicia está unida por aire con Berlín desde Santiago de Compostela, vía Mallorca, con Air Berlín.
En ese océano de flechazos con la ciudad Lara ejerce de cicerone. La primera parada obligada para el que nunca ha estado ahí puede ser Pariser Platz, la plaza por la que, en tiempos, desfilaron las tropas prusianas y que, después de ser destruida por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, volvió a la vida cuando cayó el Muro.
Ahora ahí es donde se concentran los turistas que, en manada, inmortalizan el viaje frente a la puerta de Brandemburgo, los que pese a haber estado ya más de una vez se acercan para curiosear cómo es la falsa fachada de la embajada estadounidense, o los amantes de la arquitectura que cruzan la puerta de la sede de uno de los grandes bancos que rodean la plaza para ver el interior del inmueble, diseñado por Frank Gehry.
Cerca, a solo unos metros, hay una gran explanada inundada de bloques de diferentes tamaños. Los turistas parecen ahí ratones en un laberinto. El color de sus gorros en invierno o de sus viseras en verano es lo que los distingue entre el color gris de los bloques. Es el monumento al Holocausto, inaugurado en el 2005 para recordar que «Alemania unificada reconoce su historia».
Desde lo alto de cualquiera de esos bloques puede verse, también a lo lejos, la cúpula del Reichstag. Diseñada por el arquitecto Norman Foster, la cúpula de cristal tiene una intención. Pretende que cuando cada uno de los diputados que componen el Parlamento mire hacia arriba recuerde para quién está gobernando, para el pueblo. Porque el pueblo está allí arriba, paseando por la cúpula. Para poder verla hay que pedir hora con varios días de antelación.
Pero para descubrir ese otro Berlín alternativo que atrae, cual flautista de Hamelin, a artistas de toda Europa, hay que acercarse hasta el puente Oberbaumbrücke, que fue durante años el paso fronterizo entre las dos Alemanias. Precisamente en ese punto es donde se unen los barrios de Friedrichishain y Kreuzberg. El primero cuenta con una importante oferta de locales de copas y restaurantes, peluquerías alternativas, tiendas de camisetas o de segunda mano.
En Kreuzber también han proliferado los restaurantes en los últimos años. Algunos de los que viven ahí, en casas de techos altos, critican que la zona esté de moda. Dicen que está perdiendo el sabor. De momento, uno de los más famosos es el de las hamburguesas que hay en un pequeño local acristalado ubicado en medio de un jardín. Hay los que aseguran que son las mejores de la ciudad. Y, como buen barrio turco, también hay montones de locales con kebab y comida de esa parte del mundo.
Justo al terminar el puente, también puede descenderse hasta los almacenes que rodean el río Spree. Los hay que conservan la función original, pero otros albergan discotecas, pistas para jugar y, en verano, terrazas en las que tomar algo.
La guinda a este rápido recorrido puede ser un restaurante y sala de fiestas ubicada en un local cercano a la parada de metro de Hackescher Markt, en el centro. Además de degustar los platos alemanes (solo hay algún pescado, porque en Alemania lo que manda es la carne roja) todavía se saca al público a bailar. Como antes.
Y los miércoles por la noche hay swing. El nombre y la dirección hay que descubrirlo con estas pistas. Encontrarse con algo de repente es otro de los atractivos.
1. VISTA AL SPREE DESDE OBERBRAUNBRÜCKE. A los berlineses les gusta recorrer a pie los puentes que unen Friedrichainshain y Kreuzberg.
2. MESTIZAJE. Las estaciones de metro de la capital de Alemania son otra de las joyas que merece la pena observar con calma.
3. CEMENTERIO DE SCHÖNEBERG. La coruñesa Lara Sánchez muestra la tumba de la gran diva del cine.
4. HAMBURGUESERÍA EN KREUZBERG. A los berlineses les gusta acudir ahí para degustar las que dicen son las mejores piezas de carne de la ciudad.
5. NOCHE DE «SWING» EN EL CENTRO. A los berlineses les gusta divertirse y no tienen complejos.