Bernard Hopkins llegó a Santiago cansado de un largo viaje, con el añadido de que le extraviaron el equipaje. Pero compareció con la sonrisa de siempre para proclamar su satisfacción por volver a encontrarse con el Obradoiro, con su afición y con la ciudad.
Antes incluso de pisar el parqué, ya se nota su presencia, porque la carga simbólica siempre es importante, sobre todo en el deporte. Y, sin duda, Hopkins es un referente de la ACB, pero también del Obradoiro. Contribuyó decisivamente al ascenso y a la permanencia.
Su emoción al ver que puede estar a un paso de la retirada y sopesar que el Obradoiro sería un bonito colofón a su carrera, habla mucho y bien de un profesional del baloncesto con todas las letras. Pero también de alguien que tiene lo que decía el sábado Bruce Bowen al volver la vista atrás: pasión por el juego de la canasta.
No era fácil encontrar un relevo temporal para Hummel. Pero aunque hubiese una gran oferta de jugadores y mucho dinero en la caja, ninguno podría incluir en su expediente la carga simbólica de Hopkins.