Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

María José Domínguez: «La muerte de mi padre y un viaje a EE.UU. con 29 años me marcaron»

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Marta Ferreiro

Acaba de jubilarse en Peleteiro después de 43 años dando clases allí

17 ago 2015 . Actualizado a las 10:55 h.

Hay compostelanos de adopción, de nacimiento, y después está María José Domínguez Touriño. La vida de su familia está en torno a la praza de Galicia, la de sus padres, tíos, abuelos maternos y paternos... Allí nació en 1950 en el que era hotel Argentina, de su familia, y también en esta plaza vivió hasta que se casó. Recuerda la división que marcaba A Senra entre la zona nueva y el casco histórico, aunque lo que se dice zona nueva era más bien escasa «mi padre levantó una casa en Doutor Teixeiro 1, y desde ahí hacia abajo había una o dos casas. Los chalés de la Rosaleda parecían una urbanización del extrarradio». La vida se hacía mirando hacia la ciudad vieja y en la praza de Galicia los castromiles convertían este enclave en una mezcla rural y urbana. «Los jueves era la feria en Santa Susana y había carros con caballos circulando por A Senra, autobuses de Castromil y de Freire, con los portamaletas arriba en los que también iba gente», explica María José.

La mayor de tres hermanas, estudió en Compañía de María. Era buena alumna, aunque tuvo sus baches, «y eso me sirvió para saber cómo tratar después a los adolescentes». Fue una joven sensata, «siempre me lo decían. Cogí novio a los 15, me casé a los 22 con el novio de toda la vida, hasta que rompió todo. La rebeldía si no llega a una edad llega a otra», razona. Al terminar el bachillerato se matriculó en Filosofía y Letras, ya que quería hacer la especialidad de Historia. Siempre le encantó esa carrera. También es cierto que tuvo que ceñirse a lo que hubiese en Santiago, «mi padre me dijo, elige de lo que hay aquí». Y fue una buena estudiante. Primero porque le gustaba, segundo porque el elenco de profesores «era increíble», y tercero porque quería acabar pronto, «sin acabar la carrera no te casas, me dijo mi padre, así que iba muy bien porque era la fórmula para irme de casa», apunta. Se lo tomó tan al pie de la letra que el 9 de junio, el día de su cumpleaños, aún sin saber todas las notas, llegó la pedida. Y ese mismo año, en 1972, se casó, empezó a trabajar en Peleteiro y se quedó embarazada, «todo seguido. Fui sensata pero me marcaron las circunstancias para ello».

Porque cuando estudiaba en la facultad, del 67 al 72, a Santiago llegaban las ideas revolucionarias y algún adoquín volaba por A Senra mientras los grises corrían detrás de los estudiantes. María José intentó poner su grano de arena, pero se quedó en un intento «se me ocurrió hacer una sentada en la facultad y me vino a buscar mi padre», dice con humor. Al acabar la carrera su padre murió. Llegaron sus dos hijas e hizo un viaje de un mes a Estados Unidos con 29 años. «Estuve en California y Nueva York y pensé: ¿pero en qué mundo vivo yo?». Asegura con rotundidad que «me marcaron la muerte de mi padre y el viaje a Estados Unidos con 29 años». Hasta el punto de que unos años después se divorció, «una revolución en la familia». En diciembre cumplirá 21 años de casada con su segunda pareja. Recién jubilada, sabe perfectamente a qué va a dedicarse, «a nada, pero nada entendiendo a hacer lo que quiera en cada instante». «Tiempo sin tiempo, y gustosa eternidad del calendario», repite una frase que le gustó del libro que acaba de leer de Sonsoles Ónega, Nosotras que lo quisimos todo.