La muestra de Henry Moore es excepcional por dos motivos contrapuestos: en primer lugar, porque sirve al público compostelano y de toda Galicia una oportunidad única para admirar la obra de uno de los creadores esenciales del arte moderno a través de seis esculturas monumentales enclavadas ahora en el Obradoiro, en su larga itinerancia por ciudades españolas; y, en segundo lugar, porque, lamentablemente, es una excepción en la oferta cultural de la capital, un evento artístico que será recordado como uno de los más significados del año en Santiago, pero que no es el logro de una acción cultural impulsada desde aquí, sino de la alianza de la Obra Social de la Caixa y The Henry Moore Foundation, de su fascinación por el encaje del bronce del británico en el paisaje de piedra más bello de Europa. Colabora el Concello, por supuesto.
Lo excepcional no debería ser una excepción en la que fue capital europea de la cultura, pero en realidad lo es y cuando llama a nuestra puerta, como ahora este Moore itinerante y callejero, magnifica la carencia de una política capaz de aprovechar todas las potencialidades, que son profundas y arraigadas por nuestra identidad histórica, monumental y universitaria, por capacidad y diversidad creativa, por agentes y contenedores culturales, para elevar a Santiago entre los centros productores y difusores de expresiones propias, así como acogedores de lo más estimulante del arte internacional. Un nuevo impulso a la colaboración público-privada y la coordinación de los recursos que ya existen son puntos de arranque imprescindibles.