Cesáreo Otero: «Los problemas del Compostela me costaron un infarto, era como un hijo»

Juan María Capeáns Garrido
Juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Cirujano en retirada y exdirectivo del club de fútbol, coincidió con una generación de profesionales «irrepetible»

18 abr 2016 . Actualizado a las 11:01 h.

De un cirujano plástico hablador como Cesáreo Otero te esperas mil anécdotas con sus pacientes. Pero te cuenta dos y la sorpresa es que es él el que está postrado sobre una camilla en una situación complicada. Una se produjo hace unos doce años. Trata de fijar la fecha exacta en el calendario y recuerda que su nieta acababa de nacer... pero termina recurriendo a un hito futbolístico. La caída al abismo de la SD Compostela, entidad con la que se implicó al poco de llegar a Santiago. «Estaba triste y compungido. Es evidente que hubo otras circunstancias orgánicas, pero todo influyó, porque era como un hijo».

De aquel episodio le quedan como secuelas dos stent coronarios y unas pastillas que tomar a diario y que le recuerdan que hay que disfrutar de la vida. Y eso es precisamente lo que hace este cirujano plástico «en retirada», que ya ha restringido el quirófano a operaciones puntuales y sencillas. El resto del tiempo lo dedica a sus pasiones: jugar al golf con su mujer, ver a los amigos, escapar al sol del sur en pleno invierno, pasar tiempo con hijos y nietos... «Son moi neneiro», confiesa este compostelano de adopción que vino por primera vez a la capital en el año santo de 1965. Se quedó prendado. Nacido en Cabana, regresó a Santiago en 1970 con una mano delante y otra detrás, pero con muchas ganas de comerse los libros de Medicina. «Os meus pais eran labregos, pobres pero honrados -Cesáreo intercala el gallego y castellano con naturalidad para hablar de su vida-, e non tiñan moitos posibles, así que fun bolseiro toda a vida académica».

Su primera morada compostelana estaba en la rúa Costa Vella, «na casa do chófer do cardeal (Quiroga)» y pagaba 4.500 pesetas por todo. Allí, con la pendiente a favor o en contra, el universitario becado siguió jugando al fútbol como si fuera un niño. Después se fogueó con los equipos de Medicina o Económicas, siempre lastrados en las segundas partes por las resacas. «Estudiei moito, pero tamén vivín Santiago», afirma satisfecho.

Con el título de médico bajo el brazo se fue a trabajar nueve meses a los Ancares. «Empezabas a las nueve de la mañana, te metías en el Land Rover del alcalde por las aldeas y te daban las cinco de la tarde sin comer», recuerda Otero: «Boa xente aquela...».

Regresó a Compostela para hacer la primera convocatoria del MIR y al poco tiempo empezó a cruzarse con reputados profesionales que influyeron en su carrera: «Me matriculé y saqué la plaza en cirugía general con el doctor Alfonso Cardama, y después pasé dos años con Jacobo Máiz Bescansa», su gran maestro. Tras un breve período operando en A Coruña, regresó a Santiago y siguió empapándose del saber hacer de jefes y colegas como los doctores Villanueva o Elisardo García Iglesias. «Pronto me llamó un jefe de servicio para hacer cirugía menor y rebajar la lista de espera, que estaba desbordada. La solventamos en seis meses y todos, profesionales y residentes, quedamos encantados».

Santiago, recuerda Otero, era «?a fonte limpa?. Venir a Compostela era venir a curarse, porque había una generación de médicos irrepetible, de élite. Ahora hay otro tipo de liderazgos y tienen más medios, pero no hay que menospreciar lo que hicieron por la medicina gallega con muchos menos recursos gente como los doctores Potel, Puente, Casal, Barreiro Morandeira, Santamaría, Sixto Seco, Ríos o Alejandro Beiras, que es un verdadero manitas. Jefes y compañeros que me enseñaron mucho», admite con generosidad.

Como paciente, y aquí llega su segundo episodio sanitario, también le agradece al doctor Gómez Ulla su profesionalidad: «Cuando me dieron el láser por una operación de ojos hubo una grave complicación, y creo que llegué a estar al otro lado, en un sitio muy feliz. Por eso ya no tengo miedo a morir. A sufrir sí, pero me asomé a ese túnel y ahora sé que hay algo más allá».

Nombre. Cesáreo Otero Vilar (Laraxe, Cabana, 1949).

Profesión. Cirujano estético y exdirectivo de la SD Compostela.

Rincón elegido. La Facultade de Medicina: «Por su puerta entré en 1970 para estudiar y allí obtuve todos mis conocimientos teóricos»