Ardeiro

Cristóbal Ramírez

SANTIAGO

05 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Diez años ya. Para ser exactos, se cumplirán el 21 de este mes. Diez años sin Xosé Manuel López Gómez, nombre real por el que no lo conocía nadie. Para todo el mundo era Ardeiro, el hombre de rostro regordete, baja estatura, afilada ironía y elevado conocimiento del vocabulario gallego. Amigo de las tascas y tabernas de siempre, de la charla infinita y de la ausencia de prisas para volver a casa porque en cada conversación ponía el alma. Y si alguien lee lo anterior con mala baba, que se la trague porque no van por ahí los tiros.

Había nacido en A Chancela, parroquia de Logrosa, hoy prácticamente un barrio de una Negreira que se expandió a golpe de especulación de la dura -¿recuerdan a José Blanco, su mandatario local durante demasiados largos años que no escondía que era alcalde-promotor, y así acabó destruyendo lo que en otros tiempos fue una villa tradicional del interior coruñés?-.

Murió en Ferrol con solo 63 años. Figuró en todos los saraos culturales. En los políticos había que buscarlo en la segunda fila, aunque su postura anticaciquil estaba fuera de toda duda. Así, fue miembro fundador de la ahora revitalizada asociación cultural Afonso Eans, algo que hoy parece normal pero en aquella Negreira de la Transición donde no se olvidaban las masacres de la Guerra Civil tenía su aquel. Pero Ardeiro será recordado no solo eso. Ni siquiera por su incuestionable concepto de la amistad -después de todo, sus amigos también iremos algún día adonde está él-, sino porque era, en sus vitales ratos libres, poeta: siete libros individuales y

tres premios. Diez años. ¿Alguien le ha preparado un homenaje de recuerdo?