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«Es importante venir a la finca Trece Pinos para dejarse sorprender»

Margarita Mosteiro Miguel
marga mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

SANDRA ALONSO

Un oasis junto al polígono del Tambre, nuevo referente en el sector de los eventos

10 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Santiago es una ciudad con un gran potencial en el turismo de eventos, y en su desarrollo cuenta no solo el sector hotelero, sino también el de la restauración. En este grupo es donde se incluye la finca Trece Pinos, que desde hace dos años gestionan Marta Atán, como responsable comercial, y Tino Carballeda, gerente. Ellos han conseguido situar este espacio de Compostela entre los referentes del sector.

El rótulo de Trece Pinos llama la atención a todos aquellos que circulan por la carretera en dirección a Sigüeiro, y se sorprenden con tan singular arboleda en el mismo acceso al Polígono del Tambre. Su ubicación podría ser un hándicap para la realización de eventos, pero se ha convertido en una fortaleza. La finca juega con la ventaja de tener al frente a Marta Atán, exprofesora de márketing del Centro Superior de Hostelería de Galicia. Marta dio el salto al sector hostelero con Tino Carballeda, primero con una empresa de cátering y luego con Trece Pinos.

«La finca es un lugar perfecto para los ejecutivos de empresas que precisan de una estancia cerca de sus oficinas para reuniones en las que quieren sorprender a sus invitados y mantener la privacidad de los encuentros», explica Marta Atán, que reconoce que «a veces es complicado explicar, cuando nos llaman por teléfono, como es la finca. Siempre les pido que vengan, y cuando les digo que está junto al polígono empresarial se hace un silencio, que procuro llenar inmediatamente con una descripción de la espectacularidad de la finca. Es importante venir, para dejarse sorprender». Y, sin duda, es así. El acceso, desde una pista situada en la vía de salida de la rotonda del Tambre hacia Santiago, se transforma en admiración nada más cruzar el portalón. Lo primero que recibe al visitante es un camino arbolado y el canto de los pájaros. «Tenemos hasta conejos salvajes, y efectivamente se oye cantar a los pájaros». El oasis está servido.

La finca Trece Pinos debe su nombre a una curiosidad, y es que los propietarios optaron por plantar trece pinos paralelos a la carretera, «supongo que para reducir el impacto -explica Marta-, pero se pueden ver otros muchos árboles en la finca». Además, cuenta con una piscina, que aumenta el relax del entorno.

La casa de la finca, antaño utilizada como lugar de residencia de sus propietarios, es ahora el restaurante Santiago, enmarcado dentro de la finca Trece Pinos, y que ofrece menús diarios en sus diferentes salones. A partir de la próxima semana, de martes a viernes, los clientes podrán disfrutar de comidas, «como en casa», al mediodía, y también se ofrecen cenas en las noches del viernes y sábado. Coincidiendo con la festividad de San Valentín, habrá menús especiales durante las noches del 14, 16 y 17 de febrero. «Se puede acudir al restaurante sin reserva, pero mejor sería llamar antes porque los salones son pequeños, de seis o siete mesas, con la intención de ofrecer la intimidad que requieren las comidas de negocios». Incluso es posible reservar un comedor completo, que se cierra para salvaguardar la privacidad demandada por los comensales. Tras la comida espera el salón, un ambiente difícil de encontrar en otro establecimiento de la ciudad.

El restaurante ofrece una cocina selecta, en la que se notan las directrices del Centro Superior de Hostelería, donde se formó Tino Carballedo: «Cocina de calidad. Nosotros elaboramos los platos en el momento, y quienes pasaron por aquí nos comentan el acierto de nuestra forma de trabajar». El restaurante ofrece un menú de ejecutivo por 25 euros, y si se opta por la carta, el precio por comida ronda los 30.

Pero si, para la opción de celebrar comidas de negocios o reuniones familiares y de amigos, Trece Pinos es un lugar perfecto, elegirlo para bodas, primeras comuniones, bautizos u otro tipo de eventos con un número más elevado de participantes puede dejar sin palabras a los asistentes. La finca dispone de un salón de 300 metros cuadrados que se decora en función del tipo de celebración. Este salón «se adapta a las necesidades y, según el número de personas, se pueden colocar biombos para reducir el espacio y hacerlo más acogedor». Lo más impresionante es «poder estar aquí dentro, y ver el jardín a través de los grandes ventanales», comenta Marta.