«Cando eu empecei, era unha vergoña traballar fóra da casa»

Uxía López Rodríguez
uxía lópez PADRÓN / LA VOZ

SANTIAGO

MERCE ARES

La padronesa Isabel Meda entró en Finsa con 18 años y acaba de dejarla, prejubilada tras más de 4 décadas

17 mar 2019 . Actualizado a las 05:05 h.

No muchos trabajadores pueden decir que se jubilan (o prejubilan) tras más de 40 años en la misma empresa y menos si se trata de una mujer, como le pasa a la vecina de Extramundi, en Padrón, Isabel Meda Duro que, a sus 61 años, acaba de prejubilarse tras más de 42 en Finsa.

Cuando ella entró en la maderera de A Ponte con 18 años y medio, trabajar fuera de casa estaba mal visto hasta el punto de que «era unha vergoña», según cuenta Isabel Meda. Por entonces, todos los brazos de una casa del rural hacían falta para trabajar la tierra. «Ata meu pai me dixo que era iso de ir unha muller a Finsa», recuerda la vecina, cuyos compañeros de sección le están organizando una comida por su jubilación, así como a otro trabajador, Eduardo Rial Oliveira.

Ese malestar del padre se aplacó un poco al saber que el primer sueldo de entonces sería de 10.000 pesetas (60 euros) al mes, aunque el progenitor le remarcó «a ver se é verdade que chas pagan». Isabel vuelve la vista atrás y reconoce que, hace 40 años, fue decidida y al ver que «outras ían para traballar, eu tamén».

Ella es natural de una aldea de Barcala, en el municipio limítrofe de A Estrada, y cuando empezó a trabajar por el lugar iba un Land Rover de la fábrica para recoger y llevar a los empleados, según recuerda. Más tarde fue un autobús, pero «non ía cheo», precisa Isabel. «Na aldea non era habitual que a muller deixara a casa para ir traballar fóra», señala, aunque «co paso dos anos foron entrando máis mulleres». Al poco de empezar a trabajar, sacó el carné de conducir convirtiéndose en una de las primeras vecinas de Barcala en tenerlo, con alrededor de 20 años. «A mañá viñamos a Padrón para sacar o carné e xa quedabamos para traballar na Finsa a tarde».

Ella empezó en el aserradero y acabó en la sección de la melamina. «Sempre traballei moito e fun moi activa. E sempre fun contenta a traballar, sobre todo cando podía ben», dice en alusión a que en los últimos años su salud se resintió un poco y nota el esfuerzo de tantos años de trabajo.

Isabel vivió dos ampliaciones de la fábrica de Padrón, donde conoció a su marido, que empezó en Finsa con 14 años, y allí lo perdió en un accidente laboral. Entonces, los compañeros de trabajo la ayudaron mucho, según cuenta, y dice que ellos son lo que más echa de menos tras dejar la empresa. Al ser una prejubilación, tiene pendiente de trabajar unos días por año hasta los 65.

En cuatro décadas que pasó en la fábrica de A Ponte, cuenta que la forma de trabajar «cambiou moito» de modo que la fábrica se modernizó «e agora todo vai por ordenador, ata para mover un taboleiro», explica Isabel, para quien la propia Finsa también cambió desde la crisis y dejó de ser la «empresa familiar grande que era antes». En 40 años también trató con muchos compañeros y, en los últimos tiempos, «con moita xente nova. Dos de antes xa quedabamos catro e pouco máis», dice Isabel, que ya había recibido el agradecimiento de la empresa cuando cumplió 25 años en Finsa.

Al trabajo fuera de casa había que arrimarle el de dentro, aunque para el cuidado de sus dos hijos contó con la ayuda de su suegra, una vez que Isabel se casó en el concello de Padrón. También ayudaba, «sempre que podía», a sus padres, que eran labradores.

De su trabajo y del de su marido en la empresa maderera salió el dinero para comprar la finca y hacer la vivienda en la que reside en Padrón. Ahora le toca descansar, disfrutar de la familia y dejar que otros levanten la Finsa, entre ellos su propio hijo, aunque él trabaja en la fábrica de Santiago.