Dos grupos de Alcohólicos Anónimos en Santiago y otro en Milladoiro ayudan a mantenerse sin beber
27 oct 2019 . Actualizado a las 11:55 h.Un joven de 24 años acaba de integrarse en Alcohólicos Anónimos en Santiago. Pero la mayoría de sus miembros son «personas adultas, que ya tocaron fondo»; con pérdidas grandes por la bebida: quedaron sin trabajo, sin familia o tuvieron accidentes graves. Así lo explican Luis, coordinador gallego de la entidad, y Carlos. Ambos integran el grupo Catedral, que se reúne en la parroquia de San Fructuoso. Otro grupo, el Santiago, se junta en Don Bosco. Y de Compostela dependen otros de Milladoiro y Noia, indican. En Galicia hay 23, tres de ellos en cárceles.
Esta tarde, a las 8.30, en la parroquia de Cacheiras, celebran el primer aniversario del grupo de Milladoiro y el décimo del Catedral, en un acto abierto. Mañana, a las 17.30, estarán en otro acto público, en el centro sociocultural del Ensanche, con Al-Anon/Al-ateen, otra entidad que trabaja con personas alcohólicas.
Son dos oportunidades para conocer cómo funcionan: «Somos un grupo de hombres y mujeres que nos reunimos para compartir un problema común. La persona alcohólica tiene que tomar conciencia de que padece una enfermedad, reconocida por la OMS. Beber no es un vicio, ni un problema de carácter; hay que tratar ese problema como una enfermedad, por especialistas médicos y psicólogos. Después nosotros somos un acompañamiento para el tiempo que haga falta, una terapia no dirigida para mantenerse sin beber. Tenemos reuniones, y hay personas a las que se pueden llamar a cualquier hora y están disponibles para ayudar», sostiene Luís.
Cuando Luis llegó a Alcohólicos Anónimos «vi que había personas que llevaban 17 o 20 años sin beber. Me parecía imposible, porque entonces yo no podía pasar dos horas sin beber. Quería ser como ellas. Solo me exigieron que pasase 24 horas sin beber y que acudiese al grupo. Allí conocí otras personas que tuvieron problemas como el mío y que me ayudaron», agrega.
Carlos contactó con Alcohólicos Anónimos a los 24 años. Ahora tiene 56: «Al principio vi que las personas del grupo eran mayores y pensaba que ellas tenían un problema, pero yo no. Es muy complicado asumir que sufres una enfermedad como el alcoholismo, no se acepta como ocurre con una diabetes o cualquier otra dolencia crónica. Aquella gente me dijo: con tiempo y alcohol estarás tan mal como estuvimos como nosotros. Y así fue».
Carlos siguió bebiendo en exceso 6 años más, dice: «llegó un momento en que cuando llegaba borracho a casa no salía a recibirme ni el perro. Esta es una enfermedad que tiene tres terminales: en un psiquiátrico, porque el alcohol enloquece; en la cárcel; o, con suerte, muertos. Digo con suerte, porque en ese caso la persona deja de hacerse daño a si misma y a sus familiares; el alcohólico es una carga horrible para la familia. Por cada alcohólico hay 4 o más personas perjudicadas en su entorno», enfatiza.
El primer grupo de Alcohólicos Anónimos de Santiago se constituyó en junio de 1995; aunque había reuniones desde 1989.