La construcción de la escombrera se haría a escasos metros de las casas
18 ago 2020 . Actualizado a las 00:11 h.Si algo se respira en Corexo, un pequeño lugar de la parroquia de Marrozos (Santiago), es tranquilidad. O al menos es lo que se respira por ahora. La situación podría cambiar radicalmente si el Concello aprueba un proyecto para construir un vertedero de residuos a escasos metros de las casas. Lo que ahora es una finca de unos 22.000 metros cuadrados pasaría a convertirse en una planta de residuos en la que una empresa depositaría desechos, en principio, provenientes de la construcción. Los vecinos temen que esta escombrera acabe siendo un lugar al que lleguen todo tipo de residuos, incluidos los tóxicos. Además de las consecuencias que una iniciativa así tendría para el paisaje, la gente de Corexo ya se está organizando para luchar contra un proyecto que consideran injusto y que hipotecaría sus vidas para siempre.
Gonzalo Saavedra y Laura Fernández tienen dos hijos pequeños -Roi, de 5 años, y Alén, de 2 y medio- y una casa que está a unos 20 metros de la finca en la que se construiría el vertedero. Desde los columpios que hay frente a su puerta, las vistas de la familia cambiarían como de blanco a negro: del maizal que hay ahora, a los camiones llenos de residuos que descargarían, de forma constante, en el vertedero. «Nós levamos aquí desde o 2007 e agora vannos meter isto ao lado para toda a vida. Din que van traer escombros, pero a saber que meten despois», cuenta Gonzalo, que se muestra preocupado por el día a día de sus hijos si el proyecto sale adelante. «Para eles isto vai ser peor que o confinamento, van preferir estar na casa antes que xogar por aí», indica.
La mejor forma de entender el problema que supone una iniciativa como esta es escuchar a Pura Seoane y Matilde Navío, dos vecinas de Corexo. «Xa non se trata de que nos traian residuos químicos, senón que xa só cos escombros vamos ter a aldea chea de polvo, ruído e olores», explica Pura. Por su parte, Matilde indica que «non ten sentido que se faga un vertedoiro aquí cando hai moitos sitios en polígonos, que xa son lugares para iso». Además, estas dos vecinas recuerdan las dificultades que entraña el rural para quien quiere hacer vida en él: precios, problemas para construir, cuidado de la aldea para tenerla en buenas condiciones y ahora esto. «Queremos conservar o lugar porque pensamos que é un patrimonio que hai que manter. Con isto vamos ser o váter de Santiago. O proxecto non é para dous días e nós non somos un caracol que poida marchar coa súa casa cando lle pete», apunta Pura.
«Con isto vamos ser o váter de Santiago»
Sus preocupaciones aparecen reflejadas, según cuentan, en el propio proyecto. «Técnicamente es una planta de transferencia de residuos de la construcción, pero cuando te lees el proyecto caben restos de todo tipo: vehículos, medicamentos, detergentes, residuos orgánicos, residuos de depuración de aguas residuales y más». Esto lo explica Daniel González, que es arquitecto, vecino del lugar y portavoz de la plataforma de vecinos que está tratando de frenar el vertedero. Según aclara Daniel, «el PXOM protege esta finca por ser un suelo rústico de protección agropecuaria», pero «el problema es que la modificación de la Xunta de la Lei do Solo del 2016 hizo dos cosas: quitar a los ayuntamientos las competencias de facto sobre los suelos rústicos e introducir un artículo que permite utilizarlos para hacer de todo en términos de residuos, instalaciones energéticas... Es decir, abrir la mano para que en el medio rural se pueda instalar todo esto sin cortapisas».
Dispuestos a ir al juzgado
El problema, según explica el portavoz vecinal, es que este artículo, que es en el que se ampara el promotor, es ambiguo. «Tal como está redactado, uno puede interpretar que sí, que se puede instalar una planta de gestión de residuos en suelo rústico, pero también se puede interpretar, como hizo el Consello Consultivo de Galicia en otra ocasión, que solo se puede hacer siempre y cuando exista una necesidad social. Es decir, cuando sea un proyecto que haga un servicio público en función de una necesidad comunitaria, pero aquí lo único que hay es una oportunidad de negocio. Y lo que nos duele es que lo haga una empresa que creció vendiendo sus materiales a los vecinos de Corexo», indica.
Tanto este vecino como el resto avisan de que si el informe es favorable, judicializarán el tema y llegarán hasta el final, porque consideran que además de repercutir sobre los valores de sus viviendas, que se depreciarán, un proyecto así tendrá consecuencias durante muchísimo tiempo. «El futuro de esta aldea va a quedar hipotecado para siempre», concluye Daniel.