Dicen en Europa que en gestión no competimos precisamente en la Champions. Pedir sabemos, pero ejecutamos regular. Asunto serio con balance de chiste. De cada diez euros que España ha recibido de la UE desde el 2014, apenas ha sido capaz de gastar tres. Mientras los finlandeses, los austríacos o los irlandeses dan buen uso a más del 70 % de los fondos comunitarios, aquí rondamos un mísero 34 %. Portugal -que pasa del 60 %- Estonia, Lituania y muchos países más nos golean en capacidad de gestión. Es un lastre que se achaca a problemas burocráticos o de falta de personal, y que en Santiago conocemos bien. El nivel de ejecución del Concello ha sido inferior durante años al 25 %. Por eso sabemos que a menudo en los presupuestos el cuento manda más que las cuentas. Basta ver, por ejemplo, las asignaciones para el enlace orbital, esa infraestructura clave para conectar los polígonos del norte de la ciudad con la AP-9 y con la autovía que hace dos décadas que lleva al aeropuerto y que algún año de estos llegará a Lugo. Pues bien, si por los Presupuestos del Estado fuera ese proyecto ya debería estar a punto de entrar en servicio. Las cuentas del 2017 le reservaron 5 millones, a los que las del 2018 sumaron 8. Pero no se ejecutó nada. Ahora que las del 2021 consignan 2,21 millones para que las máquinas arranquen de una vez, el recelo es inevitable. Como con ese apunte de 3,5 millones que figura en los papeles del ADIF para iniciar el año que viene la reforma de la estación del tren. Sería deseable superar la capacidad de gasto española de los fondos europeos. Ya no digamos la media del Concello o la que arrastra el Estado con el ansiado enlace orbital.