Me lo tomo con tranquilidad. Que el personal de 15 o 20 años diga que los mayores les vamos a dejar un futuro de morondanga entra en el guion. Lo hemos dicho todos a su edad. Lo que no me tomo con tranquilidad es el bailarles el agua, el decir qué contaminado les vamos a dejar todo. Porque resulta que los grandes consumidores no somos aquellos a los que la edad nos ha dejado calvos. Son ellos. Los que compran sin parar ropa que luego no hay quien recicle son los jóvenes. Hasta Tanzania prohibió que entraran en el país miles de toneladas de camisetas usadas porque no se sabía qué hacer con ellas. Quienes consumen grandes cantidades de bebidas enlatadas (oiga, ¿las latas caen del cielo?) son los jóvenes. Y así podemos seguir.
Ahora quíteles usted el coche, dígales que el móvil -¿de dónde salen los componentes?- les tiene que durar cinco años, que con media docena de sudaderas tiene que llegarles para más de un año, que eso de contaminar aquí y allá hay que reducirlo y que, en fin, este ritmo de vida, destruyendo el planeta a esta velocidad, no es sostenible para nadie, así que a cambiar el modelo, empezando por los que estamos en casa.
Pero si quieren seguir así, adelante. No seré yo quien los critique. Algunos no veremos el desastre ecológico que se avecina. Pero ellos sí. Y me parece muy bien, repito. Lo único que pido es que cese la demagogia, que el estar los viernes manifestándose ante el Parlamento sueco o dónde sea es muy sano y educativo, pero que alguien tiene que abrir la reflexión de qué hacer después de celebrar los festivos Friday for Future.
Sí, uno ya tiene edad para estar hasta el gorro de los demagogos. Que no son solo los adolescentes, que quede claro.