Rafa Espiña: «La tapería Pepe Payá y el restaurante Terra Nosa son mis mejores trabajos»

Juan María Capeáns Garrido
juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Sandra Alonso

El interiorista se ha especializado en locales de restauración

15 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Con los efectos de las restricciones haciendo su pertinaz trabajo de desmoralización en los hosteleros, muchos empresarios se hacen preguntas bastante extremas y angustiosas sobre su futuro. Esperar a que pase el temporal desnutriendo los ahorros puede ser una respuesta, para el que los tenga. Abandonar la actividad antes de que los daños sean mayores es otra. Pero hay una tercera vía, aprovechar estos tiempos de dudas y bajo rendimiento para darle un meneo estético al local e incluso a la esencia del proyecto para salir de la crisis como un cohete.

En el caso de escoger ese camino, que es quizás el más arriesgado porque hay que ir con dinero por delante, hay que ponerse en contacto con profesionales como el interiorista compostelano Rafa Espiña, que desde Estudio 31 está detrás de algunas de las renovaciones más notables que se han ejecutado en la ciudad en los últimos años y que tiene entre manos uno de los proyectos más golosos del momento: la reconversión del bajo de Chocolates Raposo —en la rúa de As Orfas— en un espacio de hostelería que incluirá una zona de tapería con pulpeiro, un área social para conciertos en la terraza y un restaurante en la parte trasera por el que se están interesando reconocidos profesionales.

Espiña, que se formó en la escuela Mestre Mateo y fundó su estudio hace algo más de una década, se ha ido especializando en interiorismo de restauración hasta meterse hasta el fondo en los proyectos: «Ha habido un cambio en la clientela, porque los que requieren mis servicios ya no son tanto los hosteleros de siempre y empiezan a estar detrás inversores y grupos empresariales que tienen muy claro el peso del diseño y que te exigen una implicación total, incluso en la elección del local».

«El hostelero es austero»

Con ese otro modelo de emprendedor de toda la vida ha toreado muchas veces este profesional del diseño, con éxito a veces, pero también con diferencias insalvables que impedían cuajar un proyecto. «El hostelero de Santiago siempre ha sido austero. Una silla es una silla, y si hace su función, no se cambia». Es una posición que se ha encontrado muchas veces, pero hay otras resistencias cuando la renovación es integral: «Les sorprenden los presupuestos para insonorizar, para mejorar la climatización o las medidas antiincendios, porque no las palpan, pero cuando llega el comercial de los hornos sí aflojan la cartera, porque para ellos es como comprar un coche nuevo. En lo que a mí respecta no siempre tienen claro lo que puedo aportar», lo que abre interesantes debates. Esas discusiones, sumadas a las tensiones propias de una obra, con constantes decisiones y plazos escuetos, tienen también buenos finales: «A veces te llaman a los pocos meses y te dicen que ya han recuperado la inversión», explica Espiña, que es consciente de que renovar un local genera un dinamismo «explosivo» en las semanas siguientes a la reapertura, «pero si el hostelero falla, el futuro es complicado».

El interiorista señala que Santiago se ha quedado atrás en la renovación de su hostelería con respecto a ciudades como A Coruña, que está más avanzada gracias a un «efecto Inditex» que requiere puntualizaciones: «Ese perfil de clientes pueden interesarse inicialmente por el diseño de un local, pero como todo el mundo acaban optando por los sitios donde les ponen unos buenos calamares».

Sus favoritos

Espiña ha renovado locales por toda Galicia, y firma el interiorismo de Casa Aurelio, en Santa Comba; el Kiev, en Viveiro; el Destapa, en A Coruña; o, ya en Santiago, el café Venecia, el restaurante A Vaquiña, la churrasquería Tiagos o el Babylon Garden Café. «Pero creo que mis mejores trabajos son la tapería Pepe Payá, en el casco histórico, y el restaurante Terra Nosa, en el Ensanche».