El Santiago menos accesible está en Vite, Salgueiriños y Cruceiro da Coruña
SANTIAGO
Un recorrido por la ciudad con Anxo Queiruga pone de relieve las dificultades que las personas en silla de ruedas tienen que superar para llegar a su destino
28 mar 2022 . Actualizado a las 19:08 h.La perspectiva de la ciudad es radicalmente distinta para quienes la recorren en silla de ruedas o guiados por un bastón con botón, empleados por invidentes, frente a quienes caminan sin limitaciones. Los tres centímetros de un bordillo y el hueco entre este y la calzada, detalles que pasan inadvertidos para la mayoría, pueden ser trampas mortales para esos dos colectivos. Anxo Queiruga, presidente de Cogami (Confederación Galega de Persoas con Discapacidade), recorrió con La Voz algunas de las calles más peligrosas y el resultado es, sencillamente, desolador. «Se han hecho cosas muy bien, pero otras están sin hacer, y algunas en las que se intervino quedaron mal», apunta. Este sería el diagnóstico general de Santiago desde el punto de vista de la accesibilidad.
La Compostela más accesible, sin contar algunas de las últimas urbanizaciones, está en el Ensanche, aunque sigue habiendo puntos insalvables. Queiruga considera que las zonas menos preparadas se localizan en los barrios, aunque, de todos ellos, «lo peor, donde falta casi todo por hacer, está en Vite, Salgueiriños y Cruceiro da Coruña. Nosotros también tenemos que ir a Hacienda, y no te digo cómo está el camino para llegar». Pero también en casco histórico hay problema, porque las losetas no están siempre asentadas y las sillas pueden quedarse atrapadas.
Curiosamente, uno de los entornos que requiere de una intervención «rápida y poco costosa» está en las inmediaciones de la sede de Cogami y del campus norte. Dejando al margen la cuesta hasta llegar a la sede, la avenida Xoán XXIII tiene varios pasos de peatones sin rebajar, y «lo peor es el hueco entre la acera y la calzada». «Si vas con una silla eléctrica no puedes levantarla para salvar el hueco, y con las otras es precisa mucha destreza», explica Queiruga.
Sus 40 años de experiencia manejando la silla son, casi siempre, garantía de no acabar volcando. Pese a su maña, en Sar, en el tramo siguiente a la remodelación «ejemplar» de Castrón Douro, está «lo peor de la ciudad. En ese sitio volqué una vez» y ahora, «por la cuenta que me trae, procuro dar una vuelta para evitar el cruce con Curros Enríquez». Queiruga se queja de la falta de atención que se tiene a la hora de «poner contenedores o ceder espacios por obras». Este lamento surge al llegar a la rúa do Olvido desde Sar, donde solo queda un estrecho paso entre las casetas de obras y los contenedores de basura. Aquí, nuestro guía vuelve a poner a prueba su fuerza para impulsar su silla y evitar las placas de hierro que protegen las piedras del enlosado de la calle.
Durante el recorrido llaman nuestra atención los pasos de peatones de Xoán Carlos I: sin rebajar y con huecos entre la calzada y la acera. «En silla no puedes pasar, pero si vas con bastón de botón, lo más probable es que caigas», apunta. Además de las aceras sin rebajar, Queiruga alerta sobre los bordillos sin redondear. «No es una cuestión de estética. Las personas invidentes dejan allí los tobillos, porque el botón del bastón no los detecta». Y las baldosas con relieves «no son por estética, marcan el camino a los invidentes». El broche final llega al aparcar el coche en la rúa Xasmíns, donde un bordillo inutiliza este espacio reservado. Otro golpe de realidad surge cuando nos advierte del uso de varias plazas de aparcamiento reservado sin autorización o de forma fraudulenta.