Katuxa: «Es un lujo que vengan aquí clientes que podrían ir a las mejores joyerías de París»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO

Xoán Soler

Hace 16 años abrió su primera joyería en Santiago, con la que ya no dejó de crecer. Este mes, «y sin dejar nunca el casco histórico», se cambió al número 1 de una emblemática plaza como O Toural

18 dic 2022 . Actualizado a las 08:09 h.

Este mes, coincidiendo con el decimosexto aniversario de su joyería, Katuxa Platero la cambió de ubicación. Dejó la rúa Bautizados por el número 1 de la emblemática plaza de O Toural. «La gente decía que era mala época, pero creo que un negocio no debe quedar estancado. Yo empecé desde abajo y gracias al esfuerzo y a la clientela, fiel, pude afianzarme antes en otras tres tiendas», reflexiona agradecida esta santiaguesa de 44 años que pasó su niñez en Vigo. «Crecí jugando entre pieles en el taller de zapatos de mi abuelo, que estaba en un anfiteatro antiguo. Eso tiene que marcar carácter», enlaza risueña. «Cuando tenía 17 años nos vinimos. Mi padre era abogado y yo empecé aquí Dereito, pero lo que me llenaba era un trabajo manual», explica sobre un viraje que la llevó a la escuela Mestre Mateo.

«Una profesora me inició allí en la historia de la joyería y me enamoré. Después entré en una multinacional del sector en Portugal, donde aprendí mucho. Supe que este era mi oficio», señala. «Con 27 años volví para montar una joyería de autor. No estar en una ciudad grande puede ser un hándicap, pero a mí me compensaba si podía trabajar en el casco histórico. Soy de las que vivió en él hasta que fue inviable», resalta, antes de regresar al ámbito laboral. «Abrí una pequeña tienda-taller en la Algalia que llamé Katuxa Platero, algo que confundió al pensar la gente que solo trabajaba plata. En la actual ya retiré el apellido», aclara, admitiendo la buena acogida de un negocio que sorprendió. «Se valoró que fuesen piezas únicas, personalizadas. Hay clientas, ya amigas, que empezaron conmigo en el 2006, y siguen. Mi madre siempre me ayudó», acentúa. «Al ver que se formaban colas fuera me mudé a la Rúa do Vilar. Era un sitio curioso, estaba en un portal. Encontraba a gente de noche iluminando con el móvil para ver el escaparate», afirma. 

XOAN A. SOLER

«Abuelas trajeron a hijas y nietas. Me gusta pararme con los jóvenes, educarles en la joyería para que no la vean inaccesible; enseñarles. Yo no trabajo circonita o Swarovski; solo uso piedra natural», constata, rememorando más pasos de su rápido auge. «Di el salto a los desfiles; sumé clientas que pasaban por Santiago y luego me pedían encargos. Hay meses en los que el 40 % de las ventas son envíos», subraya, enumerando destinos. «Me llaman de Madrid y Sevilla; también de Texas o México, donde me propusieron abrir una tienda», revela.

Sin descanso, en el 2014, se traslada a Bautizados, a un local más accesible donde continúa perfeccionando técnica y creaciones. «Las tiendas han evolucionado conmigo. Estoy orgullosa de poder decir que hago alta costura en joyería, con piedras exclusivas que traigo de lugares como Bombay o Brasil. Accedí a una gema preciosa como la turmalina paraíba. Es un trabajo de años», apunta. «Aún así, es un lujo que te reclamen o vengan aquí clientes, entre ellos del mundo empresarial o del arte, que podrían ir a cualquier joyería de París», añade ante un reconocimiento que también tuvo premios, como el de ser elegida, en la capital gala, «diseñadora a descubrir». «Me ilusionó al valorarme el sector», recalca con humildad, confesando su «sueño». «Hay otra feria, en Vicenza, donde se citan, en el centro, los diez mejores diseñadores del mundo. Soy joven, tengo recorrido, pero me gustaría llegar ahí», admite, sin perder la perspectiva. «Mi abuelo decía que los negocios siempre son menores de edad y él tuvo el suyo 65 años», evoca con cariño.

«El 2022 fue bonito y duro. Hice una promesa a uno de los últimos azabacheros de Santiago. Me pidió que trabajase el azabache, rediseñándolo, para evitar que las tallas se traigan de fuera. Yo no era cercana al material. Recordaba los tiempos del gremio, de solo hacer conchas, pero me caló lo que me dijo. Fue un reto que superé. Logré llevar una colección basada en azabachería en perla a la Fashion Week de Londres, y cautivó. Incorporé desde figas a estrellas de ocho puntas», destaca. «Cuando abrí la tienda me prometí no tener azabache en el escaparate. Dieciséis años después, atrae en él», indica riendo en O Toural.

«Al volver del desfile ya vi este local libre. Dudé, pensando en crisis como la del 2008, donde se perdió mucha clase media. Me dio respeto, pero me lancé. Es un privilegio poder trabajar aquí», concluye.