No me da la gana de silenciar que los marroquíes roban y salen corriendo en referencia a su táctica futbolística en el pasado mundial de Catar (no al resto de sus actividades, claro está, y vaya también mi felicitación por el gran torneo que han hecho). No me da la gana de entrar en el debate de que la credibilidad de las redes sociales es igual a la de los periódicos serios como este. No me da la gana de emplear eufemismos para decir que alguien está notoriamente gordo/a. No me da la gana de aplaudir cuando alguien dice que el hecho de que un bárbaro haya dejado agonizar varios días a su esposa en su casa (ella sufría una enfermedad degenerativa) es un «crimen machista», amén de desear de corazón que ese ciudadano se pudra en la cárcel. No me da la gana de comulgar con la rueda de molino que es reconocer una docena de falsos caminos de Santiago. No me da la gana de aplaudir con las orejas la «autodeterminación de género» ni de que se pueda aprobar la ingesta de hormonas (y hasta el corte de pene) a adolescentes o poco más. No me da la gana de decir que Quevedo canta bien con esa falsa voz gutural cavernícola. No me da la gana de sonreír cuando algunos docentes, por suerte una minoría de indocumentados que intentan imponer su ideología e incultura a los alumnos, dicen «profes y profas». No me da la gana de afirmar que Gretha Tumberg es lideresa de nada porque tenía que empezar por pedir a sus acólitos que se miren en el espejo y que consuman menos. No me da la gana de poner a caldo al conselleiro de Sanidade porque soy testigo de muchos (muchos) casos en los que se acude al médico como se acude a la feria.
Y además de todo eso, ¡Feliz Año a cualquiera que me lea!