Tatiana López: «Siempre soñé a lo grande, pero no imaginé adónde llegaría esta compañía tecnológica»
SANTIAGO
La santiaguesa es la fundadora y directora de Nanogap, una empresa de nanotecnología referente a nivel mundial. Este mes volvió a ser elegida entre las mujeres españolas más influyentes
19 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Este marzo su nombre volvió a figurar entre el de las cien mujeres de España más influyentes. «Es un orgullo, aunque aún me sigue sorprendiendo verme ahí, sobre todo al estar en un sector tan tecnológico», defiende agradecida Tatiana López, la santiaguesa, de 42 años, que dirige Nanogap, una empresa referente en nanotecnología a nivel mundial. «Lo considero como un reconocimiento a lo que la firma logró», apunta mientras recorre la sede de la compañía, en Milladoiro. «Yo vivo en Múnich junto a mi marido, que es allí examinador de patentes, y mis dos hijos, pero cada poco regreso», destaca. «Residir en otras ciudades y convivir ya de niña con visitantes de otros países me minimizó las barreras geográficas», aclara, rescatando el legado familiar.
«Por motivos laborales de mi padre hasta los cuatro años viví en Alemania. Siempre digo que mi madre, farmacéutica, es el pilar familiar, dedicada a su marido, sus tres hijas y sus siete nietos», desliza con admiración. «Mi padre logró luego en Santiago una cátedra en Química Física. Él siempre vivió la ciencia, es un gran comunicador y nos logró trasladar su pasión y engancharnos con las historias que nos contaba de pequeñas, aunque yo fui la única que le siguió. Mi hermana mayor es empresaria y mi gemela gestiona el crecimiento de una tecnológica de computación cuántica, también en Múnich», comenta con cariño. «Al departamento de mi padre venía gente de todo el mundo. No olvido cómo él disfrutaba enseñándoles Galicia, haciendo xuntanzas en la casa familiar de mis abuelos, en un pueblo de Ourense. Crecí en un ambiente intelectual y global», evoca.
Tras estudiar en Pío XII y en el instituto Rosalía de Castro, se decanta ya por Química. «Al acabar la carrera, empecé mi tesis en una firma innovadora, Gairesa, pero llegó un momento en el que barajé montar una empresa. En paralelo, surge en un grupo de investigación de la USC, liderado por dos catedráticos, figuras de la nanotecnología -uno de ellos es mi padre-, una patente de partículas subnanométricas, que es la tecnología disruptiva que tenemos. Ambos se deciden a crear una firma. Se alinearon los intereses y en el 2006 fundamos Nanogap», subraya con un entusiasmo que no retrocede.
«Me siento afortunada por todo lo vivido en estos casi 20 años. Despertamos interés en la industria, también entre multinacionales, con el potencial de esas partículas, de propiedades únicas y configurables, que fabricamos a escala industrial. Nos abrimos hueco en mercados competitivos; tenemos ya 116 patentes; y logramos apoyo financiero. Me acuerdo que al intentar posicionarnos en EE.UU. a veces sorprendía ver a una mujer joven y con acento español, pero cuando conocían nuestra tecnología, se enamoraban. Ahí montamos una filial en Silicon Valley», encadena ilusionada, volviendo al terreno personal.
«Yo disfruto mucho con lo que hago, aunque desde que tengo niños pesa viajar tanto, como a Japón, donde tenemos un colaborador estratégico. Es fundamental mi marido, que me apoya. Le encanta lo que hago y hasta se divierte escuchándome. ¡Menos mal!», confirma riendo y locuaz, demostrando un gran didactismo a la hora de explicar su trabajo. «Me encanta hablar de ello, también en charlas en colegios. Cuando incides en que Nanogap hace moléculas metálicas -como llamamos a esas partículas- con propiedades catalíticas a la gente le resulta lejano. Es normal. No hacemos productos para el consumidor final. Pero cuando aludes a que hemos desarrollado un campo para producir hidrógeno verde o que entramos en el desarrollo de fármacos para el cáncer, eso llega. Para estos dos retos creamos nuevas filiales y una de ellas acaba de ser elegida entre las empresas más innovadoras», acentúa satisfecha. «Persigo lo que creo. Soy constante y optimista, algo para mí necesario. Yo siempre soñé a lo grande, pero no imaginé adónde llegaríamos», resalta en plural. «Somos 30 empleados, muchos continúan desde el principio. Una gran familia con base en Ames. Yo, cuando puedo, intento planificar reuniones presenciales aquí. Vuelvo y me quedo en la casa familiar», confirma con arraigo.
«Mi padre se retira este año. Emociona ver que todo lo que investigó tiene un impacto real en la sociedad», remarca.