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Juan García Tomé: «Me dio vértigo tomar la decisión de cerrar el Zum Zum porque fue mi vida»

irene martín SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

XOAN A. SOLER

El alquiler del local para instalar una pizzería representa el final de una época «definitivamente», le confiesa la gente

22 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Si algún negocio se identifica con su titular o empresario es la cafetería Zum Zum, que acaba de bajar la persiana tras casi cincuenta años. Lo había abierto Andrés Briones en 1974, pero en 1981 ya lo cogió Juan García Tomé, el hombre afable, generoso y servicial que unió su destino al popular establecimiento del Ensanche. Natural de Fontecada (Santa Comba), Juan Zum, como se le conoce, confiesa que le dio «vértigo» llegar a tomar la decisión; y con los ojos vidriosos añade: «Pensé mucho si hoy había o no había Zum. Si tuviese continuidad familiar, no lo habría dejado. El Zum es mi vida, mi familia, el Zum es todo. Ahora tengo que acostumbrarme a que ya no hay Zum. Voy a descansar, atender más a mi hija —Marta— y a ocuparme de otros proyectos, porque soy muy inquieto. Pero mis prioridades han cambiado».

Los testimonios y llamadas que Juan recibió estos días, tras conocerse la noticia de que el Zum echaba el cierre, son un reflejo elocuente de su popularidad, pero sobre todo expresan un sentimiento de adhesión al local por la cantidad de vivencias importantes para muchas personas.

«Pero que lo sepas, Juanciño, he llorado cuando leí la noticia. El Zum era también nuestro Zum, donde hemos compartido tantas cosas, tantos años, reuniones, quedadas, noches de billar... Ahí dejamos parte de nuestra vida y de nuestro corazón. Para mí nunca habrá otro como el Zum y no lo olvidaré nunca. Hoy tengo el corazón un poquito roto», es uno de los mensajes que ha recibido por Whatsapp, pero en su móvil muestra muchos más del mismo estilo. Es el final de una época que queda «definitivamente» atrás, tantos recuerdos, cuántos secretos guardan sus paredes, un lugar en el que crecimos como estudiantes, la profesionalidad y cariño con que nos atendiste… son otros comentarios redundantes, que le llegan de aquí y allá.

«Estoy algo abrumado, la sensación es que me estalla la cabeza como una batidora. Pero es cierto que el Zum enganchó a mucha gente. Cada remesa de universitarios, los extranjeros de los cursos de verano, famosos, deportistas, políticos y, por supuesto, la gente de Santiago. Cuántas noches de fútbol, carnaval, peñas y tuna. Todos los días era una fiesta continua. Los ochenta y noventa constituyen una época que no se repetirá en la ciudad. Pero no solo el Zum, todos los locales estaban llenos. Llegamos a tener 28 o 29 camareros. Abríamos a las nueve de la mañana y cerrábamos a las tres de la madrugada. Tenía un gerente, José Manuel Ansola, que me ayudó mucho», tal como señala García Tomé, al que le parece «un disparate» la cantidad de gente que conoce. «En la peña Vilas aprendí mucho de Ricardo Rúa, Luis Pasín y los hermanos Vilas, Moncho y Paco; para mí aquella gente era una cátedra. Fueron los auténticos embajadores de Santiago. Por donde íbamos se abrían todas las puertas», añade.

Cuando el príncipe Felipe, hoy monarca, realizaba parte de su formación en la Escuela Naval de Marín, solía ir por el Zum los viernes por la tarde. «A veces, cuando corría la noticia, la calle se llenaba de gente. Una vez entablamos una pequeña conversación. Y, como si fuese uno más, le expliqué lo que eran las noches de Santiago y lo animé a salir de copas un día», según cuenta Juan, que atesora cientos de anécdotas y chascarrillos. Entre sus aficiones están el deporte —«siempre saqué tiempo para hacer algo», dice— y, ahora, el grupo Troyanos de Compostela, donde toca la guitarra. «Después de Martita, son mi familia, son amigos y hermanos», destaca este reconocido profesional, que también tiene palabras de recuerdo y agradecimiento para su madre, doña Peregrina. El tiempo vuela.