Ponte Ledesma y sus islas, en Boqueixón, maravilla del área con una historia de sangre
SANTIAGO

Se trata de un lugar con mucho encanto que tiene arte, historia y una magnífica área recreativa
27 may 2023 . Actualizado a las 21:54 h.No se trata de comparar ni con Ponte Maceira, ni con Pontevea, ni con ningún otro monumento. Simplemente, Ponte Ledesma es una auténtica joya en bruto muy poco promocionada, apenas sale en las guías turísticas. Tiene arte, tiene historia, tiene una magnífica área recreativa, tiene paisaje, tiene islas. Es, resumiendo, un lugar con mucho, muchísimo, encanto que además, por suerte, no está en ninguna ruta frecuentada, así que no se ven barbaridades ni urbanísticas ni arquitectónicas.
Incluso la carretera AC-960 que conduce hasta allí a partir de A Susana (o sea, rumbo a Ourense desde Compostela) se encuentra en muy buen estado, firme y ancho más que aceptables, cuidadas viviendas unifamiliares a un lado y a otro a las que, cierto, no se le puede prestar demasiada atención porque después de una curva viene otra curva. El Pico Sacro a la derecha mostrando una cara poco conocida. Algún hórreo aquí o allá recuerda que esa zona vivía de la agricultura no hace mucho, cuando ahora sus habitantes se ganan el cocido en el sector secundario y terciario.
No se abandona esa carretera (o sea, en el stop, de frente) y el río Ulla ni siquiera se adivina cuando el excursionista empieza a descender con la precaución necesaria. Lo mejor es aparcar antes de llegar al núcleo habitado de Ponte Ledesma, con una casa impresionante a la derecha y otras más humildes y cuidadísimas (¡lo que hacen unas flores puestas con cariño y mucho gusto!) frente a ella, y otras de valor histórico en las cercanías, como la de Xan Vilar, levantada en 1767. Por el puente, construido en los siglos XVI y XVII (aunque, como todos los de Galicia, se habla de él como si fuese obra de los romanos), no pueden pasar vehículos excepto los autorizados, y para evitar la tentación ha sido colocada una barrera que no desentona.

Hay que evitar las ganas de echarse a andar puente adelante para, primero, descender por la izquierda, pasar por debajo de él y admirarlo en todo su esplendor desde un campo con un palco de música, una barbacoa y unas mesas y bancos. Ahí los días 6, 7, 8 y 9 de marzo del año 1809 dos millares de gallegos malamente armados frenaron a las tropas napoleónicas que se encontraron, para empezar, con que el puente estaba intransitable, lleno de tierra y piedras.

En el llamado Campo do Francés yacen los cuerpos de treinta de los cuarenta primeros que se llegaron a Ponte Ledesma a comprobar el estado del paso. Cierto es que diez días más tarde los franceses cruzaron y se vengaron, pero la humillación inicial no hay quien se la quite. Otros tiempos que una leyenda en un pequeño monumento evita que caigan en el olvido.

Luego sí, luego hay que cruzar el puente y admirar la capilla de San Xoán de Gres, a la izquierda, de donde arranca un sendero ancho de no mucho recorrido y tranquilo, paralelo al Ulla. Pero lo más bonito y de una gran belleza es el conjunto de islas, unidas por pasarelas o por pasos de río, y que se conocen ahora como área recreativa de Gres. Sus aguas constituyen un magnífico hábitat para el salmón y el mejillón de río, que uno y otro suelen ser inseparables compañeros. Claro está que esas islas tienen nombre propio: la de As Palletas y la de Os Namorados aguas arriba, las de Pachín (la de menor superficie) y Da Praia más abajo, y la de San Ramón que es la primera a la que se accede y donde solo desentona un palco cuya estética es, en el mejor de los casos, muy discutible. Ameneiros, carballos, loureiros, salgueiros y freixos van a ser los mudos testigos de una visita que tiene su parte didáctica gracias a unos discretos pero útiles paneles.
