Darío Villanueva: «La USC es de las que más y mejor se han integrado en la malla urbana»

Manolo Fraga SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Sandra Alonso

Advierte que una ciudad como Santiago no debe renunciar a nada

04 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El Consello Social de la USC, que preside Cecilia Sierra, otorgó a Darío Villanueva Prieto (Vilalba, 1950) el Reconocimiento a su Trayectoria Profesional, cuyo acto de entrega se celebrará el 9 de junio en el Salón Noble de Fonseca. El jurado destaca no solo su importante carrera académica como profesor de reconocido prestigio internacional y rector entre 1994 y 2002, sino también como director que fue y actual miembro de la Real Academia Española (RAE), doctor Honoris Causa por universidades de todo el mundo y por su contribución a la lengua y literatura españolas. «Me sabe a gloria. No hay mejor reconocimiento que el de la cuña de tu misma madera», señala Villanueva, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y hoy profesor emérito de la USC.

—¿Qué le han enseñado los años y la vida?

—Que, como dice el refrán, non se pescan troitas a bragas enxoitas.

—¿De qué se siente orgulloso de su período como rector?

—De haber sido reelegido en 1998. Supongo que gracias a haber aprovechado la conmemoración del V Centenario, en 1995-1996, para potenciar al máximo la imagen y la proyección internacional de la USC, experiencia a la que siguió la elaboración de un plan estratégico para el decenio de la transición entre los dos milenios. Y también de la relación con los dos equipos rectorales y con todo el personal de la universidad.

—¿Cómo ve el encaje de la Universidad y la ciudad?

—Santiago tiene muchos apellidos: histórica, artística, política, religiosa, internacional… pero también es educativa —no solo universitaria—, sanitaria, comercial… En muchos de estos proyectos o definiciones interviene con decisión la Universidad. La USC es una de las cincuenta casas de estudios superiores, de entre las seiscientas existentes en Europa, que más y mejor se han integrado en la malla urbana, hasta el extremo de que a veces es imposible trazar la línea divisoria entre ciudad y Universidad.

—Como enganche con la sociedad usted creó la asociación de antiguos alumnos en el V Centenario

—Así es, y treinta años después veo con agrado que Alumni USC haya cuajado y siga renovándose, como lo ha hecho recientemente.

—¿Y cómo ve la ciudad desde su óptica intelectual?

—Santiago no debe renunciar a nada. Además de ser una capital política muy importante y una ciudad universal de peregrinación, es todo lo que comentaba antes. Pero sería matador que nos encasillásemos en las glorias del pasado. Volviendo al V Centenario de la USC, aprovechamos aquella celebración para lanzar el mensaje de nostalgia del futuro.

—¿Qué me quiere contar de su paso por la dirección de la RAE y, consiguientemente, por la presidencia de la asociación de academias?

—La presidencia de Asale fue una experiencia magnífica. Éramos veintidós academias, y conmigo se crearon dos más, la de Guinea Ecuatorial y la Academia nacional del ladino (judeoespañol) en Israel. Las visité ampliamente, las americanas y la de Filipinas, creada en 1924. Siempre trabajamos codo con codo y por consenso, a favor de la unidad de la lengua común, que hoy está más firme que nunca.

—¿Y de la Academia española?

—La dirección de la RAE fue agridulce. Aparte de otras cuestiones que quedan para mis memorias, tuve que afrontar de lleno una crisis económica de la que al menos pude salvar la continuidad de una plantilla de lexicógrafos, informáticos y personal de administración de 85 miembros. Siempre digo que yo entré en la RAE en un mes de junio y en septiembre quebró Lehman Brothers.

—La RAE ha combatido el lenguaje inclusivo de género, sin embargo parece que está calando en la sociedad

—No estoy de acuerdo. Seguí por RTVE los debates de las elecciones en las más importantes ciudades y ningún candidato utilizó el doblete sistemático, solo el de cortesía; como tampoco lo hizo, por ejemplo, el presidente Sánchez en su discurso desde la Moncloa para anunciar el confinamiento en marzo de 2020. El sentido común lingüístico de la abrumadora mayoría de los 600 millones de hispanohablantes no dice sistemáticamente «les niñes».

«La profesión de profesor es de las más agradecidas que existen»

Darío Villanueva acaba de presentar un nuevo libro Poderes de la palabra, editado por Galaxia Gutenberg, que comprende doce estudios escritos entre 1993 y 2022 que tratan de cómo la retórica «sirve, por supuesto, a la pura literatura, pero también a la jurisprudencia, la política, la publicidad, el urbanismo o la invención —más que la recreación— de la propia existencia de los individuos que se autobiografían», según reza el autor en el prólogo. Además de su actividad literaria y como académico, ha dado clase este curso en dos seminarios de posgrado.

—¿Qué es lo que más le gusta de la docencia?

—Me gusta todo. La profesión de profesor es de las más agradecidas que existen. Sé de las dificultades que se dan en secundaria, pero mi experiencia universitaria es muy positiva porque me encanta el contacto con los jóvenes. Empecé a dar clase con 22 años a estudiantes de 20; y los de hoy podrían ser mis nietos.

—¿Qué reflexión le merecen la creatividad y la capacidad de la Inteligencia Artificial? ¿Llega un nuevo apocalipsis?

—No soy nada apocalíptico. Recordando la brillante frase de Umberto Eco, me sitúo en el grupo de los «integrados», porque la historia y la vida siguen, y no se puede dimitir ni bajar del tren en marcha. Lo que sí me preocupa son las potencialidades, al parecer casi ilimitadas, de la Inteligencia Artificial en manos de malvados.

—Ha escrito un libro de mucho éxito sobre la corrección política. ¿Esta es la peor de las censuras?

—Está en ello. La censura tradicional, la que ejercían el estado, el partido único o las iglesias, era terrible porque tenía un brazo ejecutor que recurría incluso a la hoguera. Pero la corrección política también lo tiene: es la llamada cancelación, que significa el linchamiento civil de la persona que no se somete a través de esa degradación absoluta que es la autocensura.

—Por cierto, ¿se ha mordido la lengua en esta entrevista?

—No, si bien he ido con cuidado, como siempre. Soy de los que opina que en una entrevista periodística no hay preguntas inconvenientes o peligrosas. Lo que sí pueden serlo son las respuestas.