Álvaro Diez: «En Santiago aún nos llaman Radio Diez por la tienda que mi abuelo hizo conocida ya en 1941»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO

Sandra Alonso

Su abuelo Fernando abrió hace 82 años en la Rúa do Vilar, donde está el Airas Nunes, un conocido negocio de venta de radio que evolucionó hacia la televisión, las antenas o los discos. «Creo que fuimos los primeros en vender aquí vinilos, también a discotecas», destaca

12 jun 2023 . Actualizado a las 09:53 h.

Hace una década Álvaro Diez, de 37 años, dejó el sector eólico para regresar a su ciudad y ponerse al frente de uno de los negocios familiares que suma historia y evolución en Santiago. «Lo hablé con mi padre y no dudé. Me gusta tratar con la gente», admite feliz desde Diez Telecomunicaciones, la firma de la avenida Rosalía de Castro ahora especializada en distribución de líneas de fibra y móvil e instalación de antenas o redes de conexión, pero a quien muchos vecinos aún reconocen por el nombre con la que se fundó. «Aún nos llaman Radio Diez por la tienda que mi abuelo hizo conocida ya en 1941», constata con orgullo.

«Mi familia paterna es de Palencia, pero se instaló aquí tras la guerra debido a que a un tío abuelo, republicano, lo encarcelaron en el campo de concentración de Lavacolla. Mi abuelo, Fernando Diez, había aprendido comunicaciones. Él, hace 82 años, abrió en la Rúa do Vilar, en donde ahora está la cafetería Airas Nunes, Radio Diez», evoca sobre una tienda que rápidamente cobró fama con la fabricación y reparación de radios.

«Ellos se encargaban de la parte electrónica y mi tío abuelo, tras salir del campo, hacía la carcasa de la radio con madera», señala. «Se enfocaban también en todo lo de electrónica y vendían objetos de regalo. Mi abuela, compostelana, se hizo al negocio. Era habitual verla, con una manivela, hilando rollo de cobre para un transformador», detalla. «En esos años el Hostal aún era hospital y mi abuelo llevaba también su mantenimiento eléctrico», continúa.

«En 1959 se trasladan a la avenida Rosalía de Castro, a un local mayor. Mi abuelo compatibilizaba el negocio con el puesto al que accedió en Televés, donde llevaba el laboratorio. La tienda se convirtió en distribuidor e instalador oficial de esa firma», aclara, mostrando una foto con las estanterías aún llenas de cajas blancas y naranjas de Televés. «Con una furgoneta se repartía su material por Galicia. Ahora de ellos conservamos poco», indica.

«Décadas después la empresa se diversificó, también hacia equipos de música o vinilos. Creo que en Santiago fuimos los primeros en vender discos. Muchos vecinos nos dicen que los compraban aquí. Mi abuela conectaba con los estudiantes. Éramos proveedores de tiendas de música y de conocidas discotecas como Dona Dana, donde nos pedían elegirles lo que "más se escucha"», destaca, mientras su padre Ramón asiente y toma la palabra.

Sandra Alonso

«Con la popularización de la televisión, crecimos con las antenas, que también instalábamos. Siendo yo joven se puso una en el Hotel Compostela. No olvido la decepción cuando la señal se estabilizó y solo se veía en pantalla una semicorchea. Era La 2, que ponía música», rememora riendo y rescatando más anécdotas. «Nos tienen devuelto televisores pensando que estaban defectuosos al ver cómo en los informativos salían los "presentadores cortados", y, más al inicio, también radios al no gustar la música. Por onda corta se cogían emisoras extranjeras», recuerda. «Cuando empezamos con las parabólicas había quien nos pedía ponerlas elevadas porque aún eran un signo de estatus. Después ya fue un no parar», afirma Álvaro.

«Desde los 90 nos expandimos. Hicimos el cableado de R y fuimos sus instaladores. Ahí teníamos más de 60 trabajadores y una nave en el polígono», admite Álvaro mientras Ramón rescata más obras destacadas. «Con una sola antena cubrimos las telecomunicaciones de 650 viviendas y 140 locales comerciales de Área Central», comenta satisfecho. «Nuestro acierto fue saber evolucionar, lo que nos llevó a reabrir con otro nombre. También ver sectores en auge, como los pararrayos», enlaza Ramón mientras muestra en el escaparate unas pequeñas figuras de materiales reciclados. «Las hice para un belén, pero un turista quiso una y se corrió la voz. Ya nos hacen peticiones y vendemos muchos peregrinos electrónicos», apunta. «Yo quise seguir como técnico todoterreno y que mi hijo atendiese el negocio», explica mirándolo.

Sandra Alonso

«Clientes de décadas aún nos piden que vayamos a su casa a sintonizar canales», retoma Álvaro. «A diario preguntan por el "señor Diez", mi abuelo, ya fallecido. Con esa fidelidad y el boca a boca hay futuro», acentúa ilusionado.