Javier Raposo, historiador y guía en Santiago: «Almacenes Olmedo fue el primer comercio que vendió ropa de ambos sexos»
SANTIAGO
«Un guía debe ser dinámico y divertido, pero su relato, riguroso y rico», afirma
24 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.«Me gusta tejer un relato que hilvane el pasado con lo actual», advierte Javier Raposo Martínez, que fue criado en Poitiers (Francia), se licenció en Historia del Arte en la USC y es guía oficial de turismo de Galicia. Participó en la logística de las Lecciones Xacobeas Internacionales, que se celebraron la semana pasada en el Museo das Peregrinacións, pero también guio a los asistentes de este curso de verano, organizado por la Cátedra do Camiño de Santiago, durante una visita por la ciudad. La ruta se llama «Santiago oculto» y fue diseñada por varios guías, entre los que se encuentra el propio Raposo.
«Empezamos en la Praza do Toural, lugar por donde pasaba la madera, un material muy importante en la construcción. Bajo los soportales, donde está el comercio de Riande, había uno de los primeros talleres de picheleiros, que eran unos recipientes para llevar aceites y vino. De ahí que a los santiagueses se les conozca también como picheleiros», indica. La canalización de la fuente corresponde a la casa de la antigua Inquisición, cuya sede estaba en lo que hoy es el Hotel Compostela. «Las aguadoras eran las mujeres que cogían agua en el Toural y la vendían por los domicilios, un oficio que se perdió en 1926, año en que entró en servicio el agua de la traída. La famosa fotógrafa estadounidense Ruth Matilda retrató a estas aguadoras», añade Raposo, que también habla en su recorrido del Pazo de Bendaña, uno de los palacios barrocos, «en desuso» —lamenta—, en pleno centro urbano con su fachada-telón.
Y no olvida Almacenes Olmedo, a cuyo rótulo sobre la puerta principal solo le falta la «m» de Olmedo. «Fue el primer comercio en vender ropa de ambos sexos. En los últimos años hubo varios proyectos hosteleros para el local, pero no prosperaron. Son siete herederos. Estamos modificando el comercio local, turistificándolo de forma abusiva a favor del suvenir», advierte el historiador. En este itinerario, también habla de la Rúa do Vilar como calle comercial que fue, «donde había de todo: azabacheros, herreros, afiladores, zapateros y otras actividades que molestaban al clero compostelano… En la calle también se vendían aves, como pollos, pichones, faisanes, perdices, viandas que solo podía adquirir la alta burguesía compostelana», tal como explica.
De la Rúa Nova dice que a finales del siglo XVI era una especie de «ensanche» de la época. Se detiene en el Colegio de los Irlandeses, que era una especie de seminario donde llegó a haber «más de un centenar de colegiales». Además de la historia de la impresionante casona, hoy abandonada, el guía incorpora a su discurso al espadachín revolucionario William Lampart, que fue uno de sus residentes más famosos. En el otro lado de la calle había un hospital de mujeres, al lado de la iglesia de Salomé, y un cementerio. «Allí solo iban mujeres viejas, pobres y estropeadas a cambio de limpiar la iglesia y el cementerio», concluye.
La antigua sede del Concello, en la Praza de Cervantes —antiguamente plaza del Campo—, o el fielato —oficina de impuestos a las mercancías que entraban y salían—, así como un paseo por las Casas Reales, con sus Ánimas del Purgatorio, y otros rincones completan esta ruta bautizada como oculta. «Un guía tiene que ser dinámico, empático, didáctico, divertido y con don de gentes, pero sin perder el fundamento de un relato riguroso y rico», advierte Javier, que tiene claro que los turistas quieren ver lo que se publicita en las redes. «Vivimos un turismo de autofotos que ha perdido sentido cultural», lamenta el guía, que apuesta por la tasa turística, una ciudad más limpia y mayores servicios.