Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

El ginecólogo Manuel Macía se jubila tras 40 años de carrera: «No llevo la cuenta de la gente que ayudé a traer a este mundo»

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro Sevilla SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Sandra Alonso

El reputado médico se despide de su consulta en el Hospital Clínico de Santiago lanzando un mensaje crítico con las áreas sanitarias: «Solo existen en el papel»

07 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Manuel Macía Cortiñas (Quiroga, 1958) se jubila tras 40 años de carrera. Su cara ha sido la primera que han visto miles de personas nacidas en el Hospital Clínico de Santiago, aunque ninguno la recuerde. El que también fue jefe de Ginecología del CHUS da un paso al lado para disfrutar de la vida «antes de necesitar bastón» y para cuidar de sus padres que, con 95 y 93 años, gozan todavía de buena salud.

—¿Cuántas personas han llegado a este mundo gracias a usted?

—La verdad es que no lo sé, pero llevo 40 años ejerciendo... Empecé como residente en el 1983 y compatibilicé la actividad pública y la privada desde los años 90, atendiendo obstetricia en los dos sitios. Hice guardias hasta los 60 años, en torno a unas cinco o seis al mes, lo cual supone que el número de partos fue significativo. Pero no llevo la cuenta de la gente que ayudé a traer a este mundo.

—Dicen que, al menos, a la mitad de los vecinos de Santiago.

—[Ríe]. No, no, eso es imposible. Eso pasaba en la época en la que había pocos ginecólogos y muy poca actividad hospitalaria. Además el número de partos ha descendido muy significativamente. Cuando entré como residente habían unos 5.000 partos al año y ahora estamos en 2.800.

—¿Cómo valora esas cifras?

—Es un problema de toda Europa y de todo el mundo desarrollado, que se agrava en Galicia, Asturias o Castilla. Depende de múltiples factores. Se ha pospuesto la maternidad y el tiempo para tener hijos es menor. También existen razones socioeconómicas, pero nuestros padres o abuelos seguramente tenían unas condiciones de vida peores que las nuestras. Se han cambiado los roles de cuál es la finalidad de una familia. El índice de natalidad no llega a la tasa de reposición, que sería de dos hijos por mujer. Es un tema complejo, que requiere políticas sociales pro natalidad y de conciliación, pero sobre que sean continuadas. Se debe beneficiar a esos padres que deciden tener hijos, pero es necesario el compromiso de todos los partidos políticos. Después hay otra idea falsa: se puede ser madre a cualquier edad. Aparecen señoras de 62 años en los periódicos siendo madres y parece que todo es posible. Pero a partir de determinada edad las posibilidades disminuyen y hay que acceder a la reproducción asistida, que es costosa y tiene peores resultados de lo que nos gustaría. Ahora físicamente se llega a los 40 años en buen estado, pero la calidad de los ovocitos es peor y la dificultad para embarazarse, mayor.

—El mundo ha cambiado.

—Estamos viendo parejas en las que la mujer decide tener hijos al margen de su pareja, porque él no quiere tenerlos. Viven juntos, pero ella se hace una inseminación artificial. Son cuestiones que te llaman la atención.

—¿En estos 40 años cómo ha evolucionado la profesión?

—Ha sido un cambio significativo. Hay más medios, mayor tecnificación y se ha mejorado el diagnóstico. Eso permite asegurar una mayor calidad y menor peligro para las madres. Hemos superado un momento en el que los riesgos para la madre eran elevados. Antes teníamos un ecógrafo que había que manejar con las dos manos y los actuales tienen un poder de definición muy alto. La reproducción asistida apareció en los 80. Era algo inimaginable. En la cirugía se está yendo a la mínima invasión y se han mejorado los resultados. Ahora vemos la introducción de la robótica, la inteligencia artificial... Cuando empecé la residencia, la analgesia epidural casi no existía y ahora es prácticamente universal. Con las cesáreas lo normal era que las madres pasaran siete u ocho días ingresadas antes de quitarles los puntos. Ahora en 72 horas lo normal es darles el alta. Quizás se ha olvidado el trato personal, por ejemplo con las teleconsultas, pero en general se ha avanzado mucho.

«Las áreas sanitarias solo existen en el papel»

—¿Qué recuerda con más cariño de estos 40 años?

—Lo primero, a determinadas pacientes con las que acabas teniendo una relación que pasa de la relación médica. Lo he vivido mucho con pacientes oncológicas. La obstetricia también es muy satisfactoria, sobre todo en los partos. El problema es que a día de hoy cuando se tuerce cualquier procedimiento es muy mal admitido por las familias, por más que hayas puesto toda la capacidad tuya y del sistema para resolver el problema. La mortalidad materna está en el 8 por 100.000, pero a alguien puede tocarle.

—Este año dimitió como jefe de Ginecología del CHUS.

—El detonante fue un tema con la coordinación del hospital de Ribeira. Creí que las medidas que se iban a tomar no mejoraban el problema, sino que eran un parche. Después de 14 años colocando parches y sin que nadie cogiera el toro por los cuernos decidí apartarme.

—Escribió un artículo crítico sobre las áreas sanitarias.

—Dije que no se habían desarrollado. Nacieron con una idea que era buena. A la gente le gusta vivir en ciudades grandes y es difícil reclutar a médicos que se estabilicen en ciudades o pueblos pequeños. Parecía lógico que se hiciera una integración y todo fuera una área, pero la evolución no fue esa. Hubo tensiones desde el principio. Creí que la evolución sería en el sentido de integrar, pero eso se mantuvo poco tiempo. Las áreas sanitarias solo existen en el papel, pero no en la práctica. ¿Cómo le digo a un adjunto que estructuralmente está en el Clínico que mañana tiene que ir de guardia a Ribeira? Llegamos a un nivel de tensión tal que preferí echarme a un lado.

—¿Qué echará más de menos?

—La relación con los compañeros y, después de 40 años, a pacientes que he visto muchísimo tiempo y que probablemente no vea más. Pero sobre todo, la relación diaria con los compañeros.