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Rubén Navarro: «Asombra que esta confitería, abierta en 1880, tenga los pasteles de siempre»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO

Rubén Navarro, de la centenaria confitería Las Colonias
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Paco Rodríguez

Está al frente de la confitería Las Colonias, considerada la más antigua de Santiago en funcionamiento. «La gente se maravilla y dice: ''Es como el turrón''», destaca. El negocio retiene fieles por sus tartas o por las glorias: «Vendemos hasta 200 en un día»

15 oct 2023 . Actualizado a las 09:55 h.

Admite que las prolongadas horas de trabajo no le restan buen humor. «¡Qué remedio, si llevo así toda la vida!», bromea Rubén Navarro Manteiga, el repostero compostelano de 48 años que siguió el oficio familiar y, hace siete, tomó las riendas, junto a una hermana, de dos pastelerías conocidas en la ciudad, la de San Roque, en la calle con el mismo nombre, y la de Las Colonias, en As Orfas, considerada como la más antigua de Santiago aún en funcionamiento. «Muchas chanzas me tienen hecho por ser pastelero y tener de segundo apellido Manteiga, aunque eso me viene por parte materna y el repostero era mi padre», señala.

Antonio Navarro, su padre, malagueño de origen y repostero desde su juventud, llegó a Galicia en 1969 después de conocer en su tierra a Pilar Manteiga, que había emigrado allí desde su A Baña natal. Instalados en Compostela, él entra a trabajar en la confitería Las Colonias, abierta en 1880. «Don Luis, que fue quien contrató a mi padre, le contó que la fundó aquí un hombre que, años después, se trasladó a Vigo y abrió allí otra llamada igual, que llegó a ser muy famosa», sostiene.

«Yo estoy en el obrador, en la parte no visible. Aún así, también atendí mucho a la clientela, a muchos vecinos de la zona vieja», apunta Rubén Navarro
«Yo estoy en el obrador, en la parte no visible. Aún así, también atendí mucho a la clientela, a muchos vecinos de la zona vieja», apunta Rubén Navarro PACO RODRÍGUEZ

«Avanzados los años 70 mi padre montó su propio despacho en la rúa de San Pedro —donde nací— junto a un socio con el que luego dirigió media docena de pastelerías», prosigue, encadenando vivencias. «Me acuerdo de correr de pequeño por el obrador mientras mi padre hacía las roscas, algo impensable hoy en día», rememora risueño. «A mis diez años nos trasladamos a San Roque y allí mi padre abrió otra confitería. Tras dividirse la sociedad, él se quedó con esa y con la de Las Colonias», explica. «Yo crecí entre pastelerías. Si estudié un FP de administración fue pensando en ayudar en las cuentas del negocio. Siempre tuve claro dedicarme a esto. Este oficio, artesanal, te permite crear. Pese a sus sacrificios, como el de trabajar todos los días del año salvo dos, es muy bonito. Mi padre fue una gran escuela», encadena con cariño.

«Yo normalmente estoy en el obrador, que ahora tenemos en el Polígono del Tambre, pero que durante años se mantuvo en un cuartito de esta confitería», muestra desde Las Colonias. «Era muy pequeño, pero ahí trabajábamos ocho, con buen ambiente. Ahora estamos tres», apunta, evocando épocas de mayor esplendor de la rúa das Orfas. «En los años 90 el centro comercial de Santiago era el casco histórico. Se vendía el doble. Me acuerdo de cómo los jóvenes compraban aquí continuas milhojas de merengue o glorias», destaca, aludiendo a uno de sus dulces más celebrados, unas roscas de hojaldre bañadas en yema y glaseadas. «Aún ahora, en un día del fin de semana podemos vender 200. Conozco a gente de A Estrada o Lalín que, estando aquí, viene a propósito a por ellas. Muchos nos dicen que ya las compraban sus abuelos. Exuniversitarios, ya mayores, se asombran y se alegran cuando vuelven a Santiago y ven que seguimos con los pasteles de siempre. Las glorias ya se hacían aquí cuando llegó mi padre», menciona agradecido a su fiel clientela.«Gerardo, un vecino de un supermercado de O Toural, siempre compraba aquí una tarta de nata y frutas. Él falleció hace más de 20 años, pero su familia aún nos pide lo mismo. Al llegar solo dicen "Gerardo" y ya sabemos lo que quieren», relata conmovido. «Una vecina cada vez que visita a unos pasteleros en Mallorca les lleva pastas de aquí. Ellos le insisten en que es lo único que quieren», añade satisfecho, enlazando más datos. «Este verano nos pidieron más de 60 tartas de Santiago al día. Ahora estamos preparando más de 6.000 huesitos de santo, y se venden», destaca con orgullo al lograr mantener, con una producción artesanal, un negocio centenario. «En mi caso ser repostero es lo único que sé hacer», continúa, aunque sin negar que le gusta probar más ámbitos, como el televisivo, con participaciones en programas de entretenimiento como Ahora caigo, de Antena 3. «Caí en la primera ronda. Supe que este era mi sitio», afirma riendo.

De nuevo sobre la confitería, avanza su anhelo por indicar fuera su fecha de apertura. «Al ser tan tradicional, dentro no quiero darle un cambio brusco. La gente, al verla, sabe que es antigua, pero se maravilla al enterarse que es de 1880. Dicen: "Como el turrón"», acentúa animado.