Hospitaleros del área de Santiago ante la posible llegada de migrantes: «Por que non lles imos tender a man?»
SANTIAGO
La disponibilidad para acoger inmigrantes responde a una cuestión humanitaria entre los albergues, donde también valoran el impacto económico que tendría en el sector
28 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.No hay persona que pase por Boente que se quede en la calle por no tener un techo bajo el que dormir. Al menos, mientras permanezcan abiertas las puertas del albergue y de la pensión que regenta Jesús García en esa parroquia a medio camino entre Melide y Arzúa que absorbe los peregrinos que llegan a Santiago a través de los Caminos Francés y Primitivo. «Por que non lles imos tender unha man?. Por humanidade tamén o facemos moitas veces cos peregrinos. Chegan —cuenta el hombre— sen cartos, e, se teño camas baleiras, métoos para que non durman fóra». Jesús es uno de los veintiún hospitaleros gallegos de los que el Ministerio del Interior tiene constancia de cara a organizar el realojo en albergues privados de la comunidad de inmigrantes que llegan a las costas de Canarias.
La acogida temporal se está canalizando a través de la asociación gallega del sector —Agalber—, desde la que Miguel Ángel Rodríguez, presidente del colectivo, apunta que las 1.050 plazas que se reparten los albergues asociados de los que se comunicó al Ministerio su disponibilidad «imaxino que non chegarán, porque, aínda que non nos dixeron cantas prazas necesiten, é moita a cantidade de xente que está chegando». Rodríguez quiere expresarse —y así lo hace— con absoluta prudencia porque «nin sabemos si, finalmente, van vir». En efecto, «eu ofrecinme e estou á espera a ver que me contan», comenta Jesús García. Para este hostelero arzuano, la acogida y manutención de los migrantes es, sobre todo, cuestión de humanidad: «Cando escapan dos seus países será por algo. Se un está ben, non marcha», sostiene el hombre.
Pero además de la causa humanitaria, el hostelero pone sobre la mesa el impacto económico que tendría en el sector, con el inicio de la temporada baja a la vuelta de la esquina. De noviembre a Semana Santa, los establecimientos con actividad estrictamente vinculada a la Ruta Jacobea apenas tienen clientela. «Temos os albergues baleiros ou pechados, porque coller dous hóspedes non compensa», apunta Jesús García, que en los dos establecimientos que regenta en Boente podría acoger a 60 personas. «O que quero é traballar, e son case dous meses, sesenta días, co albergue completo». La acogida será, en principio, hasta el 31 de diciembre. En su caso, además, con pensión completa, porque ambos establecimientos disponen también de servicio de bar y restaurante. Y aunque desde el Ministerio del Interior no concretaron la cantidad que abonarán por la estancia, sí cubrirán, inicialmente, los precios habituales. «Por iso tamén é bo que veñan», afirma el hospitalero, en alusión a la inyección económica para el sector, cuando la afluencia rentable en el Camino está tocando este año su fin.
En todas las rutas
La veintena de albergues privados que podrían acoger inmigrantes —concretamente, según trascendió, de Senegal— están distribuidos por toda la comunidad, y por las diferentes rutas de peregrinación a Santiago. En la capital y en su área de influencia, hay más hospitaleros dispuestos a sumarse a la campaña que los que figuran en la relación que desde Agalber se envió esta semana a Interior. Alicia Carballido, con un albergue al pie del Camino Inglés en la localidad orosina de Sigüeiro, se ofreció —y mantiene la voluntad—, para la acogida temporal, «porque, home, son persoas humanas; non van quedar tirados na calle», defiende, contundente, la mujer. Para ella, el hecho de que su refugio no alcance la treintena de plazas que, como mínimo, solicita el Ministerio —dispone de veintidós— no sería inconveniente, como tampoco el no poder ofrecer servicio de comedor, porque «falariamos con algún restaurante próximo», resuelve.
También dispuesto a aliviar la presión migratoria en Canarias está dispuesto Benigno Tuñas, al frente de un albergue en el Camino de Fisterra, a su paso por Negreira. Eso sí, tendría antes que disponer de toda la información necesaria para dar respuesta a una acogida satisfactoria para todas las partes. Este hospitalero, que colaboró en campañas de la Cruz Roja en Suiza, es partidario de apoyar, «pero no de perder dinero», mantiene. Y en ese sentido, considera que «hay que aclarar bien las cosas, qué y cómo se va a hacer». En todo caso, defiende que «a esta gente hay que ayudarla, no vas a dejarla en la calle».
La llamada del Gobierno central en funciones a respaldar la logística necesaria para dar respuesta a la crisis migratoria llegaría, incluso, a más refugios de no ser porque, en muchos, aprovechan la temporada baja para coger vacaciones. Es la razón por la que hospitaleros como Ana, de un albergue de la ciudad, no se ofrecieron para llevar a cabo la acogida. Con el cambio de mes, pasará la llave, «porque llevo desde el 1 de marzo sin descanso», cuenta la mujer.
No hay diferencias
La posible acogida de migrantes en albergues privados del Camino de Santiago trae al entorno de la capital gallega una prueba de solidaridad, de elemental humanidad, como en su momento lo fue y aún lo es la guerra en Ucrania, con refugiados que huían del conflicto y acogidos con los brazos abiertos, en sus propias casas, por muchas familias gallegas. ¿Cuál es la diferencia? Las distancias económicas y culturales no son motivo para levantar una barrera. Como reflexiona el hospitalero arzuano de Boente, por pura humanidad los albergues del Camino también acogen a los propios peregrinos que no tienen medios. No hay diferencias.