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Sara Ashour: «Mi sueño sería volver a Gaza. Tengo dos culturas, dos idiomas y dos casas»

irene martín SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

XOAN A. SOLER

Destaca la receptividad de los árabes y que «el tiempo de la familia es oro»

30 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La trajeron a Galicia cuando solo tenía cinco años, pero en su retina ya había víctimas de la eterna contienda con Israel, aunque también conserva el calor del cariño de sus bisabuelos. Sara Ashour (Gaza, 2002), que finaliza este curso el grado en Administración y Dirección de Empresas, dejó la tierra palestina cuando España le concede una beca a su padre, Sami, para hacer el doctorado en la USC. «Nos vinimos a Santiago mis padres, mi hermano y yo. Aquí nacerían mis dos hermanos pequeños. Aquel año del traslado a Galicia ya viví un conflicto con muertos y heridos. Recuerdo haber visto sangre, gente tirada en el suelo y militares. Me quedó la imagen de protegerme debajo de la mesa del comedor. Pero también recuerdo ir a casa de mi bisabuela materna, que falleció hace cuatro años, y sentir su cariño», explica Ashour, hoy plenamente integrada en nuestra cultura.

La familia Ashour regresaba a Gaza cada verano hasta el 2014, año en el que se desata una guerra «parecida a la de hoy» —indica—, se cierran las fronteras y ya es «muy peligroso» ir a Palestina. En el 2019 pudieron viajar nuevamente, pero ni el padre ni su hermano mayor, «porque era arriesgado» para los hombres, advierte. «En aquel viaje yo tenía 16 años y me sometieron a una entrevista de media hora preguntándome qué iba a hacer, a dónde y si tenía contactos políticos. En la sala de espera yo estaba muy nerviosa. Cuando vino a buscarme el militar israelí, uniformado y armado, yo iba cagada», confiesa Sara Ashour, cuyo último retorno a Palestina fue este pasado verano con toda la familia.

En cuanto a la adaptación de la niña Sara a su nueva vida en Occidente, alude a la ventaja de ser pequeños y al grato recuerdo que guarda del colegio de Roxos. «A mí no me costó nada. Es cierto que las primeras semanas estás en una burbuja, rodeada de gente que habla un idioma desconocido. Pero en tres meses ya nos habíamos integrado. El centro nos había puesto a mi hermano y a mí una profesora de apoyo. Y pronto empezamos a hablar español», destaca la joven estudiante que, además de árabe, español y gallego, se maneja bien en inglés y francés.

Toda la familia hizo vida social con los gallegos desde que se estableció en la ciudad; además de contar con el «respaldo» de Ghaleb Jaber Ibrahim, auténtico anfitrión y mecenas de la colonia palestina, con cuya familia «hubo una relación estrecha que se ha fortalecido todos estos años», señala. La idea inicial era regresar a Palestina, tras la defensa de la tesis doctoral de su padre, pero acabó consolidando una plaza en la propia USC y se quedaron, tal como relata ella. «No sé dónde me llevará la vida. Estoy bien en España, pero el sueño de cada palestino es volver. Mi sueño sería volver. Gracias a dios tengo dos culturas, dos idiomas natales y dos casas. Todo esto me ayuda mucho a crecer como persona», afirma.

La unión familiar es la «mayor diferencia» que Sara observa. «Para mí la familia es el pilar fundamental. Nosotros le damos mucho valor. Casi no hay divorcios, algo que me llamaba mucho la atención aquí. Los palestinos, los árabes en general, somos un pueblo receptivo y generoso. Mis abuelos paternos tienen una casa grande y abierta a quien necesite un hogar. En una ocasión pasaron de vivir allí quince o dieciséis personas a unas ciento cincuenta», subraya.

La joven a punto de graduarse en la USC rememora las noches «enteras» hablando con sus primos en Palestina: «Porque no sabemos cuándo vamos a volver a estar juntos. El tiempo de la familia es oro. Y es así desde que éramos pequeños. Además, odio estar sola y me encanta hablar».