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Aún estaba en agónica vigencia el que en un café la o las chicas se sentaban a un lado de la mesa y el o los chicos enfrente
26 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Hace cincuenta años no existían los pubs en Santiago, y cuando empezaron —con el Modus Vivendi abriendo camino en 1972— y proliferaron lo hicieron pidiendo prestada una denominación británica que no tiene nada que ver con los establecimientos de aquí. Los pubs de Inglaterra, como es comúnmente sabido, son los negocios tradicionales donde se sirve sobre todo cerveza y comidas, y cierran a una hora mucho más temprana que sus sucedáneos españoles. En resumen, aquellos no tienen nada que ver con el ocio nocturno.
Medio siglo atrás el ocio nocturno en Santiago era de cafetería, quizás con el Maycar como principal referencia. Aunque no solo, ya que las discotecas se abrieron paso después de ese año que puso todo patas arriba y que fue 1968. La más famosa, el Don Juan, aunque la de Vía Cambre no le iba a la zaga.
A las discotecas de la ciudad acudían algunos solo porque les gustaba bailar (muy pocos) y muchos porque para ligar no había sitio mejor aunque hubiera que bailar. Todavía estaba vigente, aunque en rápida agonía, el que en una cafetería la o las chicas se sentaban a un lado de la mesa y el o los chicos enfrente, y si por razón de número había que poner las posaderas al lado de ellas se pedía cortés permiso. En la discoteca de entonces se rompía esa norma (tabú en ciertos sectores), y si la damisela había aceptado ir era inequívoca señal de que el acercamiento iba en buena dirección.
«El baile de las chachas»
Había otro elemento más que formaba parte del ocio tardío de Santiago aunque no demasiado nocturno: semanalmente tenía lugar el que los universitarios llamaban con evidente tono de desprecio «el baile de las chachas». Una especie de discoteca de menor rango que vista con los ojos de hoy cualquiera diría era cutre, y que se encontraba en un semisótano de la calle de Alfredo Brañas. Acogía principalmente a lo que hoy es una trabajadora del hogar. Es decir, internas y asistentas, procedentes todas ellas del mundo rural que se encontraba en proceso de despoblación. Y mucho más no había.